¿Cómo se culmina con éxito un braguetazo? Obviamente me estoy refiriendo a la estrategia de seducción que desemboca en una vida resuelta. El comienzo está claro: una miradita por aquí, un escotazo por allá, una caidita lánguida de párpados, un sensual cruce de piernas, un balanceo de caderas a tiempo, un enseñar carnaza como por descuido… Una cosa lleva a la otra, y pin, pan, pun, ya estás retozando en el lecho del billonario.
Eso es relativamente “fácil”: lugar adecuado, momento preciso, descaro congénito, osadía… Tal vez un cuerpazo de quitar el hipo también ayude. Lo que me resulta una filigrana es hechizar al objeto de deseo, hacer caer en la trampa más vieja del mundo a hombres -o mujeres- en la cima, que no tienen un pelo de tontos -por algo están donde están- y se saben anhelados por lo que acumulan y no por lo que son. Puede que a veces se encienda la chispa del amor puro, pero en otras muchas -si no en la mayoría- lo que chorrea es la ambición por una abultadísima cuenta corriente, fama, notoriedad o disfrute de un estilo de vida de élite. No es criticable: cada uno que disfrute su plácida existencia como le dé la real gana.
Coincidí la pasada semana con Adriana Abascal en una entrega de galones de esas en las que los premiados lo son por la repercusión mediática que van a aportar a la gala y no por sus méritos. Nada que objetar: como estrategia de marca es rentable según qué tipo de comunicación busques. Un bellezón de 1,80 de estatura calzando stilettos de 15 centímetros es toda una declaración de intenciones: destacar a cualquier precio. Aunque pasear dos metros no resulte elegante -siempre desde mi parecer-, era inevitable para la concurrencia -y para los medios- no visualizar la testa de Adriana desde cualquier ángulo. Heredera de casi 30 millones de euros de un hombre cuatro décadas mayor que ella y ex mujer del que imaginó la introduciría por la puerta grande de la alta sociedad española -errando de pleno en este tiro-, todo ello, antes de alcanzar las 40 primaveras: eso requiere talento además de anatomía divina, oigan.
Pero los braguetazos de antaño (solían terminar en bodorrio) se están quedando obsoletos ante la proliferación de una categoría que aún me fascina más: los -me van perdonar la expresión, vulgar, pero contundente- “coño business class” (añadan el equiparable masculino a elección del lector). Estos son de nota: se llevan al huerto sucesivamente a aquel que les va interesando en función de cada nuevo objetivo a conseguir. Ahora es cuando me asalta la incertidumbre: ¿cómo lo hacen? ¿Suspiran sutilmente sus verdaderas intenciones entre polvo y polvo? ¿Sueltan la bomba mientras encienden el cigarrito post caos? ¿O directamente lo negocian antes, como cualquier cláusula de un contrato: si quieres copular dame tal beneficio a cambio? ¿No les pica la curiosidad de conocer cómo se consiguen favores en la intimidad?
Llegados a este punto, me está comenzando a incordiar un diablillo picarón sobre el hombro: ¿Cómo actuaría yo ante un cheque en blanco regalo de varón cautivado por mis encantos y plataforma a una vida resuelta? ¿O por hacer públicas informaciones e historias personales que cambiarían rumbos? ¿Estaría dispuesta a renunciar a la esencia que me caracteriza y anular mi personalidad por una existencia de fama, lujo y placer? ¿Me dejaría embaucar? Caer en la tentación es comprensible y justificable, pero sé de personas que estando en tesituras semejantes han elegido anonimato, independencia y libertad. Aunque como me decía el otro día un gamberro al que adoro: “Carmela, tú y yo deberíamos haber sido hombre y mujer objeto -ojo, no objetos sexuales, sino el centro permanente de atenciones, mimos y caprichos de algún pudiente admirador-, pero se nos ha pasado la edad”. ¿Tontos de capirote ambos o personas que se visten por los pies? Empiezo a tener mis dudas… ¿Y ustedes?
Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.