Estado de malestar

25/03/2022

Josep M. Orta.

Ni la llegada de la primavera y el cambio de hora ha sido suficiente para devolver la sonrisa a los españoles. En muchos niveles uno tiene la sensación de que todo va mal y que los agujeros se multiplican.

Los frentes que se le han abierto al gobierno de Pedro Sánchez se multiplican y su escaso peso (siendo benevolentes) en el contexto internacional cada día son más evidentes. A nivel sentimental, la traición que “el gobierno más progresista de la historia” ha hecho al Polisario para contentar al hábil rey de Marruecos (no seamos ingenuos, algo habrá tenido que ver Estados Unidos) supone para muchos un duro golpe a unos antiguos españoles que les desheredamos de su nacionalidad y les hicimos unas promesas que nunca se han cumplido. Las resoluciones de la ONU son papel mojad ante la realpolitik

En el terreno económico esta decisión puede afectar al suministro del gas algeriano no sólo a España si no a buena parte de Europa, con lo que en el momento que se ha tomado es aparentemente inoportuno, a no ser que Estados Unidos quiera dejar más claro a Putin quienes son sus aliados europeos y, en este caso, Argelia no está en su órbita. De la respuesta que den las autoridades argelinas a este cambio de actitud puede provocar que el problema deje de ser sentimental.

Como tampoco es sentimental la desmadrada subida de los productos energéticos a quien nadie se atreve a poner freno, mientras las empresas obtienen grandes beneficios (con no pocos directivos que ocupan sus actuales cargos gracias a las puertas giratorias). Esta situación conlleva al desamparo de no pocas economías españolas.

Encima la huelga del transporte que hace temer el desabastecimiento y algunos sectores de la sociedad ya han acaparado productos por si acaso, (sin ser agorero, a uno le recuerda la que protagonizaron los transportistas chilenos que desembocaron en el golpe de estado de Pinochet y la caída de Allende).

En cualquier caso todo ello está provocando un importante encarecimiento de todos los productos en unas economías domésticas ya muy debilitadas por las sucesivas crisis que estamos sufriendo.

Y no podemos olvidar la güera de Ucrania, donde todo el mundo baila al ritmo que marca Putin. Si le ha salido mal la operación militar son muchos los que temen que “de perdidos al rio” y que pueda activar botones nucleares. De momento las ayudas en armamento y solidaridad de muchos países son grandes, pero no está claro que sean efectivas y afectan seriamente a las economías de los países aliados. Todos saben que el presidente ruso no es de fiar, pero no se atreven a tomar medidas más drásticas.

También está el grave tema de los emigrantes. Los casi tres millones son difíciles de asumir, pero esta solidaridad internacional también contrasta con los emigrantes que llegan a Europa por el Mediterráneo o saltando vallas en Ceuta y Melilla… no deja de ser racismo.

Con todo ello nos hemos olvidado del coronavirus, que aún existe.

Todo ello provoca, junto a la sequía pertinaz, un estado de malestar en gran parte de los españoles. Y ello es tan significativo que ni el nuevo PP de Feijoo hace sangren de la situación.

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