Es un axioma comúnmente aceptado que en una guerra económica las sanciones contra uno de los bandos las acaban pagando los dos bandos. Por ello, mientras las sociedades europeas empiezan a tomar conciencia de que la invasión a Ucrania es un ataque a todas las democracias occidentales, a sus valores, su nivel de vida y a su modelo de libertades, los analistas económicos, las empresas y sus organizaciones empiezan también a darse cuenta del impacto que el conflicto bélico y las sanciones impuestas a Rusia va a suponer sobre las economías de los países miembros de la UE y sobre todo en España, que está en el furgón de cola de la recuperación y lidera el desempleo.
Es cierto que a nivel comercial y de inversión España no está entre los mayores países clientes de Rusia ni entre los países donde más invierten las empresas rusas. Las exportaciones a Rusia suponen un 0,7% del total y las dirigidas a Ucrania representan un 0,2% mientras el país que preside Vladimir Putin ocupa el puesto 41 en el ranking de los inversores extranjeros en España con unos 470 millones de euros centrados en los sectores de construcción e inmobiliario.
Sin embargo, la balanza se desequilibra en lo que respecta a las importaciones españolas que superan los 6.033 millones, fundamentalmente de petróleo y gas. Y es ahí donde está la amenaza. Porque los precios del crudo Brent subían este lunes un 7% hasta 105 dólares por barril, mientras que el gas natural supera los 87 euros tras un aumento del 23 por ciento, lo que llevará aparejada una subida de los costes de la electricidad. A lo que se une el fortalecimiento del dólar frente al euro lo que encarece aún más la compra de los suministros energéticos.
Y eso se produce en un escenario de inflación galopante, como refleja el dato del IPC adelantado de febrero con una subida de los precios del 7,4%, 5 puntos por encima de la subida media del 2% de los sueldos en enero. Y puede ser peor si tenemos en cuenta que los analistas internacionales estiman que la repercusión de la locura de Putin sobre el encarecimiento del coste de la vida en la UE será de 1,5 puntos más lo que elevaría el IPC español a casi el 9%, recortando la capacidad de compra de los hogares y frenando la recuperación del consumo privado y consecuentemente de la economía.
De hecho, en ámbitos próximo a La Moncloa se ha empezado a difundir que el Gobierno trabaja ya en una revisión a la baja de sus previsiones macroeconómicas para 2022 y en especial del crecimiento que asumen ya estará no sólo por debajo del 7% estimado en los Presupuestos, sino que será incluso inferior a ese 5,6% que apuntan en Bruselas. El fantasma de la estanflación, es decir el estancamiento de la economía con aumento del paro y la inflación, empieza a dejar de ser una utopía. Porque añadido a la subida de los precios, el conflicto y las sanciones impuestas van a suponer un duro golpe para un sector básico como el turismo. Rusia fue el décimo país que más turistas aportó a España en 2019 con más de 1,3 millones de visitantes de ese país, además de que, como advierte José Luis Zoreda, vicepresidente de Exceltur, la guerra puede afectar negativamente a la demanda turística intraeuropea.
Pero como la alegría va por barrios, y en medio de esta tormenta bélica y económica, el Gobierno se está frotando las manos recaudatorias por el incremento de los ingresos fiscales que percibe a costa del encarecimiento general de la energía. Cuanto más sube los precios de la electricidad, el gas, los gasóleos y la gasolinas más aumentan también los impuestos que se embolsa. ¿Será esa la explicación de su pasividad para tomar medidas que palíen en parte el impacto que estas subidas tienen sobre el bolsillo y el nivel de vida de los ciudadanos? Apuesten a que sí. A ellos les ayuda a cuadrar unas cuentas que nacían imposibles y lo que nos ocurra a los demás les importa nada, o casi.
Pero hablando de ruindades, lo que raya ya en el colmo de la desvergüenza es que Sánchez siga un minuto más sosteniendo el gobierno de coalición con sus socios y sus apoyos de la Frankestein después de que Izquierda Unida, Bildu y los anticapitalistas se retrataron en el Parlamento Europea votando contra la condena a Rusia, mientras Unidas Podemos pedía no ampliar sanciones ni financiar la entrega de armas a Ucrania.
Cómo dice también el refranero, dime con quien andas y te diré quien eres. Y en este caso las compañías de Sánchez y del PSOE se han significado ante Europa y ante el mundo como cómplices de Putin.
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