Sí a la guerra

28/02/2022

Josep M. Orta.

Millones de personas en numerosas ciudades del mundo salen a la calle al grito de “No a la guerra”. Es un eslogan, claro, pero lo que realmente piden es un rotundo “no” a la invasión que Putin está desarrollando en Ucrania.

El dictador ruso – con demasiada frecuencia recuerda a su predecesor Stalin- se supone que el conflicto le ha estallado en las manos. Seguramente esperaba que la reacción occidental fuera similar a la que tuvo con la invasión de Crimea en el año 2014 o las anexiones para reconstruir la antigua Unión Soviética que el presidente ruso ha ido promocionando a lo largo de su extenso mandato. Es de suponer que esperaba que tras las protestas de rigor y las sanciones pertinentes que se le impusieran las protestas se difuminaran, las aguas volvieran a su cauce y que el mundo aceptara como hechos consumados su prepotencia y asumiera una nueva humillación.

Esta vez ha sido distinto y a veces las armas han de servir para algo más que para exhibirlas en los desfiles. Nadie objetó, por muy pacifistas que se fuera, que los países aliados asumieran que tenian que combatir a Hitler aunque ello provocara millones de muertos. Ahora esperemos que la situación no se repita, pero en caso necesario es imprescindible para evitar males mayores pararle los pies al dictador ruso.

Lo que está claro es quien ha provocado el conflicto con unas excusas que violan las relaciones internacionales. Si sus deseos expansionistas se hubieran frenado ayer posiblemente hoy no estaríamos en esta situación. Por una vez las fuerzas occidentales están actuando de una forma clara y aceptan el reto que les ha enviado Putin. El dirigente ruso seguramente no esperaba ni la resistencia de los ucranianos ni la significativa ayuda que tiene de los países occidentales. La amenaza atómica que ha realizado no es más que una señal que la situación no es la que esperaba.

La guerra, por muy odiosa que sea, a veces es necesaria y puede evitar males mayores. Aquí el malo de la película está tan claro que incluso muchos de sus aliados (China) le apoyan con la boca pequeña. El malo de la película no son los ucranianos, es Putin y por ello las numerosas manifestaciones de protesta tendrían que ser muy claras: “No a Putin”, aunque ello conlleve indirectamente un “sí a la guerra” por que no puede negarse a un pueblo la posibilidad de defenderse. Por que el problema no es Ucrania, es Putin. Es más, la invasión rusa es una amenaza a todo occidente y parece que esta vez occidente lo está interpretando correctamente.

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