Un neurótico espera un mensaje de texto

11/02/2022

Miguel Ángel Valero. En "El brindis", Laurent Tirard adapta la novela gráfica de Fabcaro, que se burla de lo políticamente correcto, de las convenciones y costumbres sociales, de la hipocresía imperante en las relaciones humanas.

«El brindis» (en realidad, «Le discours», dirigida por Laurent Tirard, que también es responsable del guión que adapta la novela gráfica de Fabcaro) es una película original. Incluso antes de comenzar, al sustituir los tradicionales créditos de inicio por unas palabras de su actor protagonista (omnipresente y polifacetico Benjamin Lavernhe). Otra obra que deslumbró en el último Festival de Cannesd y que llega a los cines españoles gracias a A Contracorriente Films.

La película, que trata de Adrien, un neurótico e hipocondríaco de 35 años, en plena crisis de madurez y con su novia imponiendo una «pausa», al que en una cena con su familia su cuñado le pide que se encargue de hacer el discurso de su boda, combina dos realidades que aparentemente son como el agua y el aciete: el humor y la ansiedad.

Dos conceptos muy habuitales en los cómics de Fabcaro (Fabrice Caro), que se burlan de lo políticamente correcto, de las convenciones y costumbres sociales, de la hipocresía imperante en las relaciones humanas.

«El brindis» se basa en su libro «Le discours», y la película sabe recoger ese humor británico que roza el absurdo al mostrar cómo el protagonista entra en un torrente de caos cuando, en medio de una angustiosa crisis existencial y amorosa, su cuñado le reclama que pronuncie un discurso en la boda con su hermana. La petición dispara al máximo la neurastenia y la ansiedad del protagonista, un neurótico e hipocondríaco de manual.

Adrien sufre porque su novia abandona la casa para tomarse un «descanso» en la relación, mientras se pregunta «por curiosidad, ¿cuánto dura un descanso?». Desde entonces, ha pasado un mes, con sus diferentes etapas (negación, depresión, confusión), y en una cena familiar con sus padres, su hermana y su cuñado, se muestran los pensamientos más auténticos del personaje, lo que no dice, pero que le encantaría expresar, sus emociones y sentimientos más sinceros, por muy bochornosos que sean, y sus deseos más profundos.

«Su angustia me toca. Los pensamientos agotadores que nunca se callan, la neurosis interminable que crea situaciones y comedia», explica el actor protagonista, que describe «El brindis» como «la historia de un chico que espera un simple mensaje de texto», explica el actor  protagonista

«Había muchas emociones diferentes que transmitir… Incluyendo ternura, ironía, desesperación, ira, sufrimiento, inmensa alegría y resignación», añade. «Permite interpretar una versión condensada y acelerada de toda la gama de emociones humanas», recalca.

«El brindis» es un retrato de los vínculos familiares, de lo patéticas que pueden llegar a ser las relaciones humanas, del desamor, de la falta de confianza en uno mismo. Sobre todo, muestra los niveles que pueden alcanzar la autocensura y la hipocresía: La ansiedad y la locura que generan mantenerse siempre en los límites de lo políticamente correcto, no salirse del guión.

Al director, Laurent Tirand, «El brindis» le permite arriesgar, hacer algo diferente, como mostrar cómo funcionan los engranajes del cerebro de una persona dominada por la ansiedad, y romper barreras con el espectador.

Así, el protagonista explica directamente al público, mientras sus compañeros de reparto se quedan congelados en la mesa en la que cenan, cómo se encuentra, qué es lo que quiere y qué hubiera dicho en realidad. «Hace una hora y once minutos que ha leído mi mensaje y no me ha contestado», cuenta a los espectadores, porque lo que realmente le preocupa no es el discurso en la boda de su hermana, sino que su novia dé señales de vida y vuelva al hogar.

Mientras sale a la calle a fumar un cigarrillo para intentar escabullirse de la presión de su famiia, aparece por fin en la pantalla el pianista, al que se oye desde el principio (magistral también la música de Mathieu Lamboley, como la fotografía de Emmanuel Soyer). Las notas del piano van cayendo, como los pensamientos descontrolados del protagonista.

En definitiva, un discurso sobre un neurótico que espera con ansiedad un mensaje de texto de su novia. Toda una metáfora de la vida.

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