Sabido es que los pactos que se firman con el PSOE con mucha frecuencia son papel mojado. Desde el primer momento lo supo Pablo Iglesias que al aceptar entrar en el gobierno advirtió que su partido se tendría que tragar muchos sapos.

Diferente es el caso del PNV que, aparte de su evidente habilidad negociadora, es una formación que no sólo va a la suya si no que está demostrado que está abierto a ofrecer sus votos tanto a partidos de derecha como de izquierda y esto le da una gran fuerza a la hora de hacer valer los compromisos que se adquieren.

En cambio ERC, por mucho que amenace Gabriel Rufián en sus ruedas de prensa, no tiene más capacidad de influencia que los regalos que le quiera hacer el Gobierno y tiene que aceptar los incumplimientos que día si día también le hacen desde La Moncloa. Es impensable que los republicanos estén dispuestos a hacer caer un gobierno para dar paso a un ejecutivo de la extrema derecha y por ello no pueden utilizar la influencia que las urnas les han dado de hacer casi imprescindible sus votos.

Pasó con el pacto del 6% de doblaje en las lenguas cooficiales que tendrían que ofrecer las diferentes plataformas tal como los socialistas pactaron con ERC para conseguir sus votos en la ley del audiovisual. Como el pacto violaba la legislación europea se quedó en agua de borrajas porque nadie puede obligar a las plataformas a cumplir este acuerdo.

La tan cacareada mesa de diálogo está almacenando polvo. ERC pone encima de la mesa como eje central de la negociación la amnistía y un nuevo referéndum. Los socialistas aseguran que se puede hablar de todo pero estos temas son tabú. O sea que se seguirá hablando ad infinitum de diálogo sin que se concreta nada.

Ahora en la ley de reforma laboral el Gobierno advierte a ERC que si no acepta sus propuestas aceptará la oferta de Ciudadanos…

ERC tiene unos votos decisivos pero no puede elegir como los utiliza, aunque ello le lleve a no pocas contradicciones que pueden afectar seriamente a su espacio electoral en Catalunya