Ada Colau dimisión

20/01/2022

Josep M. Orta.

Hace unos años, concretamente en el 2014, irrumpieron en el mapa político español Ciudadanos y Podemos y sus confluencias, entre ellos Barcelona en Comú. Eran tiempos que los escándalos de corrupción en la vida política estaban en el orden del día (más o menos como ahora) y uno de sus objetivos era limpiar la vida política. Inicialmente se hicieron con un espacio electoral importante.

Con este espíritu reformista y para garantizar el buen uso de los caudales públicos algunas de estas formaciones, con toda ingenuidad, elaboraron un código ético y en la formación de la alcaldesa de Barcelona figuraba que cuando una persona fuera investigada por supuestas subvenciones irregulares adquiría el compromiso de dimitir. Colau, no sólo se ha declarado inocente de las imputaciones que le hacen de favorecer con subvenciones a entidades próximas a su formación si no que ha sido categórica en proclamar su decisión de seguir en el cargo.

Estas campañas anticorrupción se dan periódicamente. Uno recuerda que cuando José María Aznar luchaba para ser presidente del Gobierno aseguraba en sus mitines que “nosotros podemos meter la pata pero no la mano” y su eslogan electoral era “nosotros tenemos las manos limpias”. Ironías del destino, el único que ha dimitido al ser encausado fue, a principios del estado de las autonomías, el presidente de Castilla y León el socialista Demetrio Madrid, que curiosamente salió absuelto en el juicio.

Sobretodo en la prensa catalana no han tardado en sacar a relucir el código ético del partido de la alcaldesa con la intención de hacerla dimitir, y es que son muchos los que le tienen ganas por que está pisando muchos callos.

Ada Colau ha revolucionado Barcelona con sus tesis ecologistas. Ello ha provocado que tenga admiradores incondicionales pero también una fuerte contestación en sus más que polémicas decisiones. Sin embargo parece excesivo exigirle que dimita por un caso que está por juzgar (aquí cabe la presunción de inocencia) y que además no está claro que haya actuado incorrectamente.

Los grandes partidos -los que gobiernan y los que están en la oposición – no se han sumado a la campaña de exigir posturas drásticas a la alcaldesa. Curiosamente son los partidos testimoniales en Catalunya, como es el caso del PP y de Ciudadanos, quienes sí que lo han pedido. Estas dos formaciones parece que en esta comunidad tienen más pasado que futuro y, además, resulta chocante que sean precisamente ellos, especialmente los populares, quienes reclamen a otros partidos que apliquen su código ético para combatir la corrupción.

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