Cuando se trata de adaptar una pieza literaria a la gran pantalla siempre se corren dos riesgos fundamentales: ser demasiado fiel o no serlo en absoluto. Y al final, en demasiadas ocasiones, lo que resulta es una cosa intermedia que no termina de satisfacer ni a los defensores de una de esas escuelas ni a los defensores de la otra. Y menos aún si pertenecen además al subgrupo de los fanáticos de la obra en concreto.
En el caso de Las aventuras de Tintin. El secreto del Unicornio productores, director y guionistas defienden que han optado por la primera opción, de forma que si no estaba en las viñetas, no estaría en la película, aunque se hayan hecho algunas concesiones al lenguaje cinematográfico. Y el problema no es hacerlas, sino cuáles y cómo han sido, y qué consecuencias tienen para los personajes. El cambio de una sola frase (de “Parece que le he dado” a “La mala noticia es que tengo una bala. La buena noticia es que tengo una bala”) tiene mucha más trascendencia de lo que parece, pues logra transformar a Tintin, durante unos instantes, de ingenioso reportero amante de los misterios y las aventuras a joven algo prepotente y temerario.
El deseo, por otro lado comprensible, de ofrecer el primer encuentro entre el joven Tintin y el capitán Haddock es el causante de otra de esas concesiones, esta vez de mayor alcance en cuanto al guión se refiere, y es que Steven Moffat, Edgar Wright y Joe Cornish (responsables de la adaptación) se han visto obligados a fundir tres de las aventuras ideadas por Hergé para esta película: El cangrejo de las pinzas de oro, El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo. El resultado, aunque digno, es una amalgama que a los conocedores de las historias de Tintin puede sacarlos de la fantasía no en pocas ocasiones.
Sin embargo, Las aventuras de Tintin. El secreto del Unicornio no es una mala película. Técnicamente impecable, promete dejarnos pegados a la butaca con la ambientación, lograda hasta en los detalles más nimios, la historia resulta atractiva y las búsquedas de tesoros tienen un algo a lo que difícilmente podemos resistirnos. Se trata, en definitiva, de una película para disfrutar en familia y rendir un merecido homenaje a uno de los creadores de cómics más importantes de buena parte del siglo XX y a sus entrañables personajes, que tantas horas de disfrute han proporcionado a generaciones enteras.
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