Divorcio a la castellana

23/12/2021

José María Triper.

Quede por sentado que si yo estuviera en la posición de Alfonso Fernández Mañueco también me habría amoscado al ver a mi pareja amartelarse con otro a mis espaldas y habría actuado en consecuencia, máxime conociendo los antecedentes de Madrid, Murcia y el más reciente del ayuntamiento de Granada. Pero dicho anterior, la decisión de escenificar el divorcio y adelantar las elecciones autonómicas en Castilla y León huele más, y así lo interpretan destacados dirigentes populares, a una maniobra estratégica de la dirección nacional del Partido Popular para acompañar el éxito obtenido en Madrid con una serie de victorias en autonomías y entidades locales representativas – después viene Andalucía- que catapulten a Casado a La Moncloa.

Una operación que amparada en las encuestas que vaticinan la mayoría absoluta de los populares, solos o en compañía de VOX, ha pillado a Sánchez y al PSOE en fuera de juego y con el pie cambiado -sólo hace falta escuchar las reacciones del Ejecutivo y de Tudanca- que va a servir para cohesionar al Partido Popular y aparcar la “guerra” entre el aparato de Génova y la presidenta Díaz Ayuso y que tiene, además otras dos derivadas de especial importancia para conseguir el objetivo principal de expulsar al sanchismo y sus aliados podemitas de la presidencia del Gobierno.

La primera de estas derivadas tiene a Ciudadanos como colaborador involuntario y víctima final. Los naranjas son hoy un partido de cargos, pero sin votantes, y en el PP saben que en cuanto se acaben los cargos se acabó el partido dejando huérfano un caladero de votos que, en buena lógica, deben orientarse hacia las redes populares.

De hecho, los gobiernos de coalición que se formalizaron entre azules y naranjas en Madrid y en Murcia ya no existen, y en ambos casos consecuencia de la traición de Ciudadanos cuyos dirigentes autonómicos se dejaron embaucar por los cantos de sirena de Sánchez y el PSOE. Quedan, eso sí, los de Andalucía y el ayuntamiento de Madrid, más consecuencia de la sintonía entre los líderes de ambas formaciones que de decisiones de partido. Pero aquí, voces autorizadas de la dirección nacional de Génova no ocultan que el objetivo es la integración Juan Marín y Begoña Villacís en las filas populares que, a buen seguro esperan se producirá con la sublimación de los naranjas.

En círculos próximos a Inés Arrimadas comentan que el desánimo se ha adueñado de la mayoría de los dirigentes de Ciudadanos y que en diversas agrupaciones provinciales han anunciado ya a la dirección del partido que no acatarán la orden de la presidenta de atacar a Pablo Casado en las redes sociales y en comparecencias públicas.

Y una tercer derivada y no menos importante es que la anticipación electoral pilla a la anunciada plataforma de Yolanda Díaz sin vestir y al proyecto de la España Vaciada sin desarrollo y en mantillas. Especialmente esto último es de especial importancia en Castilla y León, una de las comunidades con mayor índice de despoblación y donde los vaciados buscan presentar un mínimo de seis candidaturas pero que ahora disponen de poco tiempo para armarlas.

Así las cosas, la apuesta de Génova es coherente, aunque arriesgada, pero ya dice sabiamente el refranero que quién no arriesga, no gana. Y en este caso el premio es el Gordo de la lotería electoral.

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