Parece ser que la variante omnicron parece que ha querido pasar las fiestas con nosotros y parece que su presencia ha triunfado en la población para amargarnos su no deseada compañía.

Las medidas para la prevención han sido desiguales e incluso casi inexistentes. Son fiestas navideñas que es el agosto de muchos comercios y no pocos locales de ocio y sus intereses son poderosos. Mientras farmacéuticas y fabricantes de mascarillas hacen su agosto el índice de contactos se dispara de una manera escandalosa.

Gracias a las redes sociales y determinados dirigentes de la derecha radical han logrado hacerse oír en su campaña negacionista y muchas comunidades – empezando por el Gobierno- toman medidas muy suaves para limitar los contagios, en otras han comprobado que el pasaporte covid para entrar en restaurantes, locales de ocio… ha sido la medida más efectiva para que los no vacunados hicieran largas colas para ponerse la inyección.

De una manera que algunos nos parece lamentable hay quien intenta obtener réditos políticos con la pandemia en nombre de una supuesta libertad, no pocas veces acompañada de poco comprensibles decisiones judiciales, e incluso se ataca a un colectivo sanitario al que no hace mucho tiempo aplaudíamos cada noche. Claro que nadie parece hacerse responsable de los déficits de un sistema para muchos ejemplar.

Mientras una parte de la población está alarmada y no sabe como celebrar estas fiestas para conjugar prevención y reuniones familiares y toma todas las medidas que se le ocurren otros hacen caso omiso a las advertencias y plantean celebrar estos días como siempre, por todo lo grande. Parece que hacen caso al villancico “esta noche es Nochebuena y mañana Dios dirá”. El peligro es que muchos tememos que la forma de decirlo será durísima.