“¡Bravo! ¡Olé! ¡Muy bien!” Gritaron las diputadas y diputados del PP ante la breve y, al parecer, sublime pieza oratoria de su dirigente Pablo Casado. En cuanto el líder pegó un manotazo al micrófono, poniendo fin a su intervención, actuaron como si un resorte hubiera impulsado sus glúteos, se pusieron en pie e hicieron restallar las palmas de sus manos, ratificando su intervención con fervorosos y atronadores aplausos.
¿Qué está pasando? Preguntaban en el pasillo algunos rezagados. El pleno empieza a las nueve de la mañana y la primera pregunta del jefe de la oposición al presidente del Gobierno tampoco era para atronar al personal, pues sólo quería saber si Pedro Sánchez se va a someter al debate sobre el Estado de la nación en 2022. Claro que sí; el Gobierno se somete al control del Parlamento, como lo prueban las 13 comparecencias y 158 preguntas orales contestadas en las últimas 50 sesiones, contestó Sánchez.
¿Entonces a qué viene tanta bulla? La verdad es que Casado presentó maneras desde el primer momento. “Ya que le hemos arrancado el debate de la nación, a ver si le arrancamos otras tres peticiones; usted va a acabar ante la Justicia y ante una comisión de investigación por ocultar una pandemia. ¿Para cuando la ley antipandemias? Siguen muriendo medio centenar de españoles cada día”. De ahí pasó a la carestía de la luz (el Gobierno prorroga hasta abril las bonifiaciones fiscales) y a la exigencia de aplicar el artículo 155 de la Constitución para arrebatar a Cataluña las competencias escolares si la Generalitat incumple la resolución judicial sobre el 25% de la enseñanza en español. “Si no lo hace incurrirá en prevaricación”, remató Casado.
“¿Cuántos cafés lleva usted ya?”, se sorprendió Sánchez al verle tan sulfurado. El de Palencia con mansión en Ávila y residencia en Madrid soltó entonces una lava incandescente que ni Demóstenes en las Filípicas. “¿Le parece normal que estos totalitarios (en referencia a nacionalistas catalanes) estén atacando a un niño? ¿Para qué sirve un Gobierno que deja tirados a los más desfavorecidos, a las niñas tuteladas por el Gobierno de Baleares que fueron prostituidas y se niegan a investigarlo, a la menor abusada por el marido de Mónica Oltra mientras el Gobierno socialista valenciano lo ocultaba, a un niño de una indultada por usted (en referencia a Juana Rivas) que ocultaba agresiones sexuales?”
El tono del líder, no por mitinero, sino por asertivo, impresionaba. “¡Tanta chorrada de ‘niñes’ y de huelga de juguetes y de bolas y dibujos en euskera y usted deja desprotegidos a los menores y, además, con su despilfarro les quita hasta la educación y les quita hasta el futuro de las pensiones. Mire, como diría usted, ¡¿qué coño tiene que pasar en España para que usted asuma alguna resposabilidad?!”
¿Demóstenes? ¿Cicerón? La inflamada oratoria del líder, trufada de exageraciones, falsedades y expresiones tabernarias modelo Tejero pareció muy superior a sus señorías del PP. Y cabe suponer que al orador debió servir para constatar que la mezcla de sandeces modelo Ayuso y tirria intolerante,estilo Abascal, funciona al menos con los suyos.
Por lo demás, sobre el “acoso infame” al niño de Canet de Mar, el presidente Sánchez aprovechó la pregunta de Inés Arrimadas, de Cs, para pedir que cesen las “declaraciones inflamatorias”, como esa de Casado denunciado “apartheid lingüístico” como si España fuera la antigua Sudáfrica, y rogar que no politicen la lengua y la educación. “Cada día más catalanes apuestan por la concordia, la convivencia y la superación del mal llamado procés”, recordó.
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