A la Constitución rogando y con los frankestein pegando

08/12/2021

José María Triper.

Expone acertadamente el refranero eso de “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Proverbio que bien puede aplicarse hoy a Pedro Sánchez, su gobierno y a ese PSOE que ha perdido la “s” de socialista, la “o” de obrero y que ahora está perdiendo la “e” de español para convertirse en el PSánchez y que como el caudillo que ahora le lidera o la sumisa presidenta del Congreso que le debe el cargo carecen de credibilidad cuando presumen de que la Constitución es la “hoja de ruta del Gobierno”.

Porque si algo ha demostrado y demuestra cada día el Presidente es que ni tiene palabra, ni es de fiar. También dijo que no dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno y se acuesta con ellos o que jamás pactaría con Bildu y hoy es socio preferente en esa coalición Frankestein que le sustenta. Los mismos socios que mientras Sánchez hacía profesión de fe constitucional en Murcia, aireaban un documento en el que afirmaban que esa misma Constitución “está agotada y deslegitimada” y pedían su derogación o su reforma para introducir, entre otros desvaríos, el derecho a la autodeterminación.

Dice sabiamente el refranero que hechos son amores, y los hechos demuestran que hasta ahora Sánchez no tiene escrúpulos para plegarse a todas las demandas, prebendas y expolios que le imponen esos socios bolivarianos, independentistas o herederos de los terroristas cuyo único objetivo es revocar la Constitución para destruir España y el sistema democrático nacido de la Transición.

Porque si en una cosa tiene razón Pedro Sánchez y suscribo, sin que sirva de precedente es en que “si la democracia representa algo es a la Constitución Española”. Por eso es inaudito que en este país no se enseñe la Constitución en las escuelas, y que ningún gobierno se haya preocupado de incluir una asignatura constitucional obligatoria en las incontables leyes de educación que desde la Transición se han sucedido. Por miedo o por desidia unos, y otros para allanar el camino en sus aspiraciones de destruir la igualdad, la unidad, las libertades y la reconciliación que inspiran nuestra Carta Magna mediante leyes rupturistas y el acoso y derribo a la separación de poderes, la anulación del Parlamento, de la independencia judicial y la libertad de información.

Derecho este último que también consagra la Constitución y que ha vuelto a estar amenazado por ese escrito infame presentado por los equipos de comunicación del PSOE, Unidas Podemos, y el resto de sus coaligados en el Congreso para que la presidenta de la Cámara “tome medidas” contra determinadas actitudes de periodistas acreditados, a los que acusan de no comportarse acorde “con el código deontológico ni con los principios de actuación acordados por los profesionales del ramo”.

Un escrito firmado por todos los partidos miembros del “Club de los Inquisidores”, como acertadamente lo define el que fuera secretario general de Comisiones Obreras, José María Fidalgo, nada sospechoso de extremista de derechas, tras el que se encubre un intento de silenciar las críticas y que revela, también, la incapacidad intelectual de los portavoces de estas formaciones para responder o esquivar preguntas pretendidamente incómodas o que no son conforme a sus dogmas doctrinarios.

Documento impropio de los principios más elementales de la democracia en los que ya sabíamos, ni creen ni comparten formaciones como los morados podemitas, los nacionalistas como ERC, PNV, Junts, PDeCAT, Más País o ese Bildu heredero de los terroristas de ETA.

Lo que no se esperaba que a tal felonía se sumara también el PSOE, un partido que fue esencial para la Transición y que ahora renuncia a sus principios, a su historia y la memoria de todos los socialistas que durante la Transición trabajaron y colaboraron en la recuperación de la libertades, de la reconciliación y del diálogo.

Insólito. Tanto como la falta de solidaridad y de reacción de los profesionales de la comunicación y la tibieza o silencio de las asociaciones de la prensa ante tamaño desafuero que, en lógica respuesta deberían pedir el mismo código deontológico y principios de actuación a quienes, desde la Tribuna o en la sala de prensa ofenden y denigran la institución parlamentaria, con insultos, baladronadas, chulería o amenazas en las que algunos de los portavoces de los partidos firmantes, como el tal Rufián o el histriónico Odón Elorza, son especialistas consumados. Eso y dejar de asistir a las ruedas de prensa o actos (des)informativos de las formaciones que aparecen en el escrito mientras no rectifiquen o retiren su demanda. Y esto no es corporativismo, sino decencia.

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