La pedrea

04/12/2021

Josep M. Orta.

Estamos en plena fiebre de la lotería. A parte de los décimos tradicionales no son menos tradicionales las participaciones que diversas entidades, estudiantes que pretenden financiarse el viaje de fin de curso vendiendo boletos, asociaciones de vecinos, agrupaciones comerciales, centros cívicos, mercados… que ofrecen una determinada participación para el sorteo y añaden un euro para la causa.

Sin comerlo ni beberlo te encuentras en el bolsillo con un montón de participaciones que has ido comprando unas veces por compromiso, otras por simpatía o incluso caridad, pocas veces lo haces para seguir el anuncio que reza “y si toca aquí”.

Muchos de los que organizan estos “sorteos paralelos” sueñan no verse agraciados con los grandes premios, ya que estos si que les pueden reclamar el importe de los premios, si no que su participación sea agraciado con la pedrea, esta infinidad de premios que popularmente se conocen como la pedrea, aquellos que antes eran de un duro por peseta y ahora se han reconvertido en cinco euros por euro jugado. Y si la suerte les es adversa, al menos que les devuelvan el dinero con la participación.

Pocos son los “afortunados” por tan efímero precio (boletos a dos pesetas de las que se juega uno sesenta) acuden al depositario a que les hagan efectivo el premio, con lo que la entidad depositaria de los décimos obtiene un sensible beneficio para su causa, bien sea para comprar equipamiento deportivo o para financiar el viaje de fin de curso.

En el mercado de mi barrio por hacer comprar de una cierta entidad (más bien modesta) daban diez céntimos de un determinado número. La fortuna le sonrió y fue agraciado con uno de los premios grandes. Sin embargo el depositario del premio constató que fueron muy pocos los que le reclamaron los cinco euros de su premio, con lo que hizo el negocio de su vida.

A veces los despreciados premios pequeños son los que dan los grandes beneficios.

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