La democracia española va perdiendo plumas a pasos de gigante. El último ejemplo, la renovación del Tribunal Constitucional ha cogido a muchos diputados con un serio resfriado, en una operación en la que han participado los tres poderes del Estado. El Ejecutivo defendiendo los pactos del PSOE con el PP, el legislativo votando la propuesta y el judicial ratificándolo.
Dos candidatos, ambos a propuesta del PP, han sido cuestionados por un currículum que cuestiona su imparcialidad, hecho que ha propiciado que los partidos del Gobierno votaran “tapándose la nariz” por disciplina de partido (con honrosas fugas, todo hay que decirlo).
No es una buena carta de presentación para que los ciudadanos recuperen su fe en determinadas instituciones. La imagen que han transmitido es que dos partidos se reparten la cúpula judicial en beneficio de intereses particulares y en detrimento de la división de poderes. Si los partidos en el Gobierno consideran que unos candidatos no son idóneos para ocupar unos cargos su obligación no es taparse la nariz si no sencillamente no votarlos.
Si traspasamos el tema en terrenos futbolísticos no sería de recibo que un árbitro mostrara públicamente sus simpatías por un determinado equipo. Es más, sería saludable que el nombre de los colegiados pasara desapercibido. En cambio todos los altos cargos del mundo de la justicia tienen una etiqueta y, lo que es peor, sus resoluciones acostumbran a seguir las posturas de quienes los han avalado. No es de extrañar que muchas de sus sentencias hayan creado inseguridad en los ciudadanos, hayan sido seriamente cuestionados en el mundo jurídico y se hayan convertido en clientes habituales de los tribunales europeos.
Dos no pactan si uno no quiere y este ha sido el caso y la propuesta final no deja de ser una provocación. Ello constata que la sacrosanta Constitución necesita pasar urgentemente por la ITV para evitar bloqueos, entre otros, como los que se han a que producido en la renovación de unas instituciones para las que se requiere una mayoría cualificada. Pero también esta filosofía constitucional de forzar pactos para evitar monopolios también se ha pervertido.
Señores diputados, vacúnense contra la gripe que el invierno se presenta duro.
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