A toro pasado

16/11/2010

diarioabierto.es.

He dejado, a propósito, pasar algunos días de la visita del Papa a España. He leído muchos comentarios. A favor y en contra. Y me parece bien. Quiero decir que me parece bien quienes defienden su visita y quienes niegan la necesidad de que en pleno siglo XXI un país aconfesional cargue con esta cruz. Pero hay matices.

Me explicaré, porque si no parecería que soy como aquel editorial:  “por un lado, ya lo ves y por otro, qué quieres que te diga” . Vamos a ver. Quiero respetar el derecho de un católico a mostrar su fervor religioso, a recibir enardecido la visita de su sumo representante en la tierra del dios en el que cree.

Quiero respetar una liturgia de oropel y brocados, de lujo y despilfarro, cargada de simbolismos que nada dicen. “Quiero respetar esa imagen anacrónica de los vestidos y el incienso. Y juro que lo intento, pero me parece tremendamente difícil.

Si, al menos, la visita del Papa se hubiera hecho con la humildad del Nazareno, si, al menos, no se hubiera intentado implicar a todo un país en una visita cuyo interés sólo responde a sus fieles, si, al menos, se hubiera mantenido un respetuoso silencio sobre el país anfitrión, la cosa tendría un pasar.

Pero no ha sido así. La visita del Papa, como todas las suyas, son un ejemplo de ostentación, despilfarro y anacronismo. Y, a más a más, encima el invitado se ha permitido criticar el laicismo del país anfitrión. No merece la pena comentar que esta no es –afortunadamente- la España del 36, como dijo el Papa. A la vista está, cuando él mismo es recibido, a cargo del erario público, y con todo el respeto que, sin duda, se merece.

En fin, tal vez no merezca la pena mayores comentarios. Y no quisiera terminar estas líneas sin hablar, aunque sólo sea para dejar constancia de nuestra preocupación del Sahara. Del Sahara y del papel que el Gobierno español está jugando en ello. O no está jugando. Me parece terrible que sea el PP quien salga en defensa de los saharauis, mientras la minsitra de Exteriores, Trinidad Jiménez, sin perder la sonrisa, nos dice que ellos están trabajando discretamente. El mundo al revés.

Pues, como no se dé prisa en decir algo más, no va a tener ocasión siquiera de hacerlo. No entiendo tales diplomacias. Hasta ayer mismo era fácil encontrar a los que hoy son miembros del Gobierno socialista y militantes de fuste, en manifestaciones por el Sahara. Cuando la represión, la falta de información, los ataques más brutales a los derechos humanos se están produciendo, el PSOE guarda silencio.

Ya lo dijo un joven cantautor hace unos años, hablando precisamente de los saharauis:

La arena de los relojes
hizo crecer el desierto.
No digas que aquí hay silencio,
podrás decir que no oyes.

Alguno, efectivamente no oye. Y, además, calla.

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