Cuentan quienes tienen acceso a los entresijos de la Comisión Europea que el comisario europeo de Economía, el italiano Paolo Gentiloni, regresó a Bruselas tras su fugaz encuentro con el presidente Sánchez y la vicepresidenta Calviño, entre atónito y desconcertado, además de con más dudas de las que tenía antes de su viaje para interesarse sobre el cumplimiento de las reformas comprometidas para recibir los fondos europeos de reconstrucción, especialmente las concernientes a las pensiones y al mercado laboral y con la atención centrada en esta última que es clave para las autoridades comunitarias que no está dispuestos a retroceder a escenarios de rigidez y burocratización en un país que lastra al conjunto de la Unión con la segunda mayor tasa de paro de los estados miembros y la mayor en desempleo juvenil.
Un esperpento en su más acertada acepción valleinclaniana la que vivió el comisario Gentiloni con episodios de melodrama vergonzante como el ver a un portavoz del partido mayoritario del Gobierno declarando que ni ellos ni su Presidente tienen información de las negociaciones sobre esa reforma de la reforma laboral, y pidiendo casi con humillación al socio podemita que les remita información sobre el asunto.
Un colofón a la reunión de ambas formaciones coaligadas, en la que ni se llegó a un acuerdo ni se dejó en claro que es lo que se pretende hacer con la reforma, si derogarla o modificarla sólo en algunos puntos concretos para no dejar a Yolanda Díaz con el culo al aire, pero sin salirse de las pautas que les marcan los jefes de Bruselas que son los que tienen la sartén del dinero por el mango.
Porque en este asunto de la reforma laboral se pone de manifiesto, más que en otros, aunque son muchos y variados, que como dicen de la Santísima Trinidad en el Gobierno socialcomunista español hay tres personas distintas y un solo Dios, aunque ni verdadero y mucho menos todopoderoso porque a la vista está que los ministros de Podemos van por libre y ni se sienten partícipes y vinculados a España o al sanchismo, sino únicamente a sus intereses personales y antisistema.
Y en una cosa tiene razón Yolanda Díaz, porque Sánchez se comprometió en el acuerdo de gobierno primero y en las negociaciones presupuestarias de 2020 después a derogar íntegramente la reforma laboral de Rajoy. Pero ahora se da cuenta de que fiarse de la palabra de Sánchez es de una ingenuidad rayana en la simpleza. El mismo Sánchez que dijo que jamás podría dormir con Podemos en el Gobierno para después encamarse después con ellos, o que aseguró que jamás pactaría con Bildu y ahora es socio preferente y al que intenta blanquear para controlar al PNV. Mentir está en su naturaleza como en la del escorpión de la fábula que mató a la rana.
El mismo Sánchez que se enfrenta también ahora un dilema, o hace las reformas que le exige Bruselas o pierde los fondos. Si aprueba las reformas puede encontrarse con que no tenga los apoyos parlamentarios precisos, lo que no sólo demostrará la inviabilidad del Gobierno, sino que le dejará sin los fondos de reconstrucción y sin recuperación, al tiempo que dinamita la credibilidad del PSOE para muchos años y facilita el ascenso de Yolanda Díaz y su nuevo proyecto de izquierda, que empieza a despertar serias alarmas en Moncloa y en la sede socialista de Ferraz.
Como afirma un destacado ex responsable portavoz económico en el Congreso de los Diputados, “si los fondos no llegan Sánchez se suicida porque habiendo fiado todo a ellos la frustración del país sería enorme, sobre todo en un contexto de aumento desbocado de las tarifas eléctricas, escalada de los carburantes que ha subido un 30 por ciento en el último año, encarecimiento de las materias primas, y los problemas de abastecimiento por las distorsiones en el transporte marítimo, que conducen inexorablemente a un escenario de alta inflación con menos crecimiento. Lo que, unido a la obligada revalorización de las pensiones, de los salarios de los funcionarios y de los convenios vinculados al IPC, distorsionan gravemente las previsiones presupuestarias del Gobierno para 2022, rebajando sensiblemente el crecimiento con sus derivadas de mayor endeudamiento y más déficit.
Una tormenta perfecta en forma de subida de la cesta de la compra, descenso de la demanda y de la producción de las industrias con su inevitable repercusión sobre la destrucción de empleo y el empobrecimiento de las clases medidas agravado por las subidas de impuestos de un gobierno que sólo sabe hacer políticas recaudatorias hasta la esquilmación pero que es incapaz de crear riqueza y puestos de trabajo, que nos coloca ante la alternativa de un giro copernicano en las decisiones de política económica o el precipicio, con los dineros del fondo europeo de reconstrucción en el alero.
Y con la que está cayendo, el presidente y los ministros de su gabinete Joker jugando a pelearse por quítame allá un protagonismo, haciendo malabares con la reforma laboral en contra de lo que exige y han pactado con Bruselas y regalando limosnas a los jóvenes en lugar de puestos de trabajo. ¡País!
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