Zapatero, una nota en la Historia

24/10/2011

Luis Díez.

Cuando el Parlamento no produce noticias porque está disuelto y la gran novedad desde el 20 de octubre del corriente es el anuncio de la banda terrorista ETA de que no volverá a matar nunca más y la petición de “diálogo” con los gobiernos español y francés para ir resolviendo la situación de los más de 900 terroristas presos y huidos, el cronista ha de agarrarse a un clavo ardiendo para anticipar algo nuevo.

Les podría decir que casi nadie ha resaltado el hecho de que el anuncio de los etarras se ha producido bajo el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y siendo su ex ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, el candidato a la presidencia del Gobierno. Pero eso ya lo sabemos. Y además el propio Rubalcaba ha pedido que el asunto no interfiera en la campaña electoral para los comicios del 20 de noviembre.

Pero la dimensión histórica del hecho resulta innegable. Tal vez se comprenda ahora por qué Rodríguez Zapatero eligió el 20-N como fecha electoral, pudiendo haber optado por otra. Los gobernantes no son tontos, aunque algunos lo parezcan y el señor Durán i Lleida llame “incompetente” a Zapatero. Los improperios de Durán contra los inmigrantes que procrean en Cataluña y contra los trabajadores del campo andaluz no pasan a la historia por más que promuevan insultos como el del futbolista Fábregas al sevillista Canuté. Las fechas sirven, en cambio, de referencia histórica.

Y en el asunto de ETA, los historiadores anotarán que exactamente 36 años después de la muerte del dictador Francisco Franco, España pudo celebrar elecciones generales el 20-N sin la amenaza de aquellos terroristas ¿independentistas? vascos que surgieron en los años sesenta del siglo pasado para combatir la dictadura. O de otra manera: que bajo el reinado de Juan Carlos I de Borbón, y siendo jefe de Gobierno el nieto de un militar republicano fusilado por permanecer leal a las instituciones de la II República, con el apellido gremial de Zapatero, ETA depuso las armas.

La historia del tiempo transcurrido hasta este momento la escribirán los demócratas, las víctimas inocentes que han padecido y padecen las secuelas de los atentados, los familiares de 829 personas cobarde y vilmente asesinadas. Pero al final de esa historia alguna anotación positiva habrá para Zapatero y su ministro Rubalcaba, aquel químico que supo estudiar durante muchos años atrás los boletines Zutabe de los terroristas y combinó los elementos para conseguir derrotarlos.

Si en el teatro alguien debe preparar las escenas que han de venir, en la política ocurre otro tanto, de modo que cuando lleguen a la carrera de San Jerónimo los bildus de Amaiur, con Iñaki Antigüedad al frente, y a Mariano Rajoy, desde su altura de miras, le corresponda decidir la progresión de grado de los presos de la antigua ETA con delitos de sangre y sin ellos, y a Rubalcaba le toque respaldar esas y otras decisiones frente a la santa intolerancia enquistada en el PP, sabremos que, en efecto, Zapatero le dejó una “herencia envenenada”. La paz.

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