No sabemos realmente lo que cuestan las cosas, hasta que tenemos que lidiar con ellas. Quiero decir que, encontrar un piso en buenas condiciones, en los tiempos de ahora es algo complicado, y mas cuando hay verdaderas gangas que resultan ser verdaderas estafas con puertas y suelos levantados por la humedad. Es complicado encontrar un piso moderno, céntrico y barato, como Ismael Serrano apuntaba en una de sus canciones. Pero a veces sucede que lo encuentras, sin la palabra “barato”, claro . Y este es el caso.
Una vez que has encontrado el que será tu dulce hogar, lo mas divertido y agotador está por llegar. Irás a Ikea, ritual de casi todas las familias. Y elegirás los muebles, adaptándote a un presupuesto que no puedes rebasar. Elegir los muebles, hacer cola en cada sección, medir con el metro la cama y el sofá y compararlo con tus dibujitos llenos de números e ilusiones, es lo más divertido, claro que sí. Allí tirada por el suelo acoplando medidas en tu cabeza, o con la espalda doblada cogiendo apuntes y dando vueltas a los números, con las ilusiones que conlleva todo eso y la felicidad asociada, a las ganas de tener al fin el hogar de tus sueños.
El problema viene después, cuando te ves con 7 carros repletos de maderas envueltas en cartón. Cuando la cabeza te da vueltas porque no sabes cómo se las apañarán los del transporte y montaje para subir todo eso a la que ahora es tu casa, por una escalera tan estrecha.
Te entra un pánico terrible. No sabía yo lo que era tener mil cosas en la cabeza, contar los días como si se tratasen de pequeños tesoros que se escapan de tus manos, hacer números para comprar algo tan simple como una lavadora. Caer en la cuenta de que, el frigorífico que habéis comprado es demasiado grande para entrar por la puerta, y te aterra todo eso. Las medidas, los números y el tiempo que pasa rápido y lo larga que se hace la jornada laboral cuando tienes cien mil cosas que hacer.
No sabemos lo que cuestan las cosas. Y es que, cuando llega el momento en que lo tenemos que saber, empezamos a valorarlas más. No es lo mismo montarte tu hogar que encontrarlo montado. Porque en cada pequeño detalle reside el recuerdo de lo que te llevó hasta esa cosa, que has pagado tú, que te has ganado tú. Y que la conseguiste porque a base de números y de paciencia pudiste tenerla.
El valor de las cosas es directamente proporcional al trabajo que te haya costado conseguirlas. Y es por eso, que estos días, entre números, entre letras, entre nervios y la ansiedad previa por desear que todo marche bien, me pongo a pensar en que todo tiene un proceso. Que en la vida todo tiene su momento, y ahora es el momento de empezar a valorar las cosas.
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