«Vivimos en tiempos en que apoyar a quienes sepan poner luz a las sombras y cauce a la emoción es una exigencia», escribe Fátima Báñez, exministra de Trabajo, en el prólogo a «Anatomía del silencio», de José María Triper, editada por Sial/Fugger Poesía, y que incluye un CD con textos musicados por Juan José García Carretero y recitados por la escritora y periodista «y muchas cosas más» Maite Cabrerizo, el artista nunca antes conocido como Lincoln-6-Echo y el propio autor, y fotografías y un pequeño texto de la empresaria Pilar Moreno.
Un libro que, además de estos alicientes, tiene el atractivo de permitir un somero, pero ilustrativo, repaso por toda la obra poética de José María Triper.
Tiene toda la razón, por una vez y sin que sirva de precedente, la exministra del PP. Porque el entrañable Triper ha parido una obra no sé si maestra (porque espero que la siguiente la supere) pero desde luego muy completa.
Canta en «Confinados» a la España en la primavera del coronavirus. Y luego confiesa que «solo me queman por dentro los silencios, todo aquello que quedó por decir y nunca supe». Quizá tenga que buscar «en el desván del tiempo, allí donde se guardan los silencios»
También habla de «los recuerdos que se aferran, el espejismo necesario para seguir desesperadamente vivo». Esos recuerdos «que se pierden en los caminos sin destino del olvido, entre miedos escondidos y en la historia interminable de los sueños». «Dejar de ser y seguir siendo, mientras se pierde tu recuerdo en el olvido para siempre», cuenta en el magnífico «Minuto de silencio».
«La vida es un viaje de recuerdos. Y el recuerdo es el alma infinita del instante. El espejo efímero de la mortalidad». proclama el autor.
Muestra «la caricatura de un fracaso en blanco y negro», en referencia seguramente de «tantos deseos aparcados en espera de un mañana que hoy se escribe con puntos suspensivos».
José María Triper nos descubre que «nacemos con el sabor de la derrota para disolvernos con el cosmos en la nada». Que «somos creadores de sueños que no acaban, inventores de quimeras que se apagan«. Solo por esos dos versos ya merece la pena pagar por «Anatomía del silencio» y su versión musicada.
Y recorrer el sendero de nostalgias «bajo un cielo gris silencio que se viste de añoranza mientras miro el paisaje de tu ausencia». Hermosos versos de «Saudade en Fa» que, sin embargo, se repiten en otro poema («Sonata de otoño») cuatro páginas después.
Pero no importa. Triper escucha «el silencio derramado de miles de palabras que se pierden en el discurso sin sentido de los tiempos» para refugiarse «en el silencio adormecido de los versos para fingir que sigo vivo».
Habla también del «alarido de la libertad hecho silencio», porque desgraciadamente «en nuestra historia las palabras las calló el silencio, el infinito se borró del tiempo, los deseos se volvieron miedo y la esperanza invierno».
Amén.
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