Te llamé. Lo cierto es que me gusta mas tu voz ahora. Porque tu voz se quiebra en cada palabra, y la noto frágil. Es como una caricia incandescente, como si tu cuerpo ardiese. Caricias de luz. Sí. Calla, no hables, quisiera decirte. Pero tú no callas. Siempre tuviste la bendita manía de no callar. Aunque me digas, a veces, que soy yo quien no quedo callada. Ni cuando me hablan de cosas importantes. Bueno. Te escucho, simplemente.
En ocasiones, tu voz me contiene la garganta.. Sí. ¿Sabes?, como cuando tienes unas ganas de llorar inaguantables y no es el momento. Y los ojos se llenan de electricidad y te escuecen. Te tiembla el pulso, y la voz, y sabes que mejor quedarte callada, para evitar preguntas y ese ¿qué te pasa?, que te acelera el corazón y te lleva en un segundo a estallar de amor.
Me pasa que no puedo. Así que mejor no lloras y nos ahorramos preguntas y respuestas.
Te quiero, pero no puedo. Dirá ella. Sí. El teléfono es maldito ¿sabes?. El teléfono escuece en las manos, es como sostener un cuchillo por la hoja. Es llenarte las manos de sangre que no es tuya, sino de ella. Porque a cada palabra su esperanza se convierte en su asesina.
Y entonces todo se termina. La llamada se termina. Otra noche más para pensar en aquellas caricias que casi has olvidado. A veces, repasar caricias no consuela. No ayuda. Pero repasará lugares. Evocará recuerdos. Recuerdos malditos. Su garganta se contendrá tantas veces. Han pasado ya muchos años. Aún recuerdas el brillo de sus ojos. El color de su piel. El olor de su cuello. Los lunares de su espalda. Su risa. Su risa antes del beso. Sus besos interminables. Y el deseo… aquel deseo que se iba derramando por el pasillo hasta la habitación.
Aún queda el rastro de aquello. A veces, aún apagas todas las luces y ves aquellas pisadas nuestras, aquellas huellas. Y con tus pies mojados continuas el camino. Un paso. Otro paso. Hasta tu habitación. La lamparilla encendida. El silencio. El si ella estuviese aquí. El maldita sea y el me equivoqué te harán cerrar los puños y sentarte en el borde de la cama. Llorarás y te sentirás sola. Porque da igual cuanta gente exista en tu día a día, cuanta gente esté a tu lado.
Da igual todo. Porque nadie te cogerá nunca la mano como te la cogía ella. Nadie nunca apartará el mechón de tu pelo, como lo apartaba ella. Nadie jamás te hará reír y llorar como lo hacía ella. Nadie provocará aquellas cosquillas en el cine, ni rebuscará en las palomitas hasta encontrar tu mano, como lo hacía ella. Nadie nunca te hará el amor de aquella manera. Nadie te besará el cuerpo ni tendrá la necesidad de amarte a cada hora. A cada madrugada. Nadie nunca te dirá te quiero de aquel modo. Nadie nunca cenará contigo, ni beberá como ella aquel vino seco, en aquella copa compartida.
Sin embargo sonríes a la vida. Porque la vida te sonríe a ti. Aunque siempre lleves contigo la esperanza mágica del amor. De aquellas películas imposibles, donde el chico siempre termina con la chica. Así que duermes sobre el mismo colchón de aquellos días. Y aún permanece intacta su esquina. Aquella esquina donde tantas veces te amarraste a su espalda. Aquella esquina por donde no te hubiese importado caer al vacío, o al suelo frío, si era abrazada a su espalda.
Se detiene el tiempo y tu sueño. El despertador. Los sueños rotos. El dolor. A veces lloras. Nadie sabe nada. Tu vida parece estar llena de felicidad. El olor del verano, el olor del invierno, el olor del otoño y esta primavera. ¿Cuántas primaveras más?.
Tu vida es una espera. De algo que…. que no llega. Sin embargo, no te importa. Vas a esperar siempre. Y nadie sabrá nada. Solo tú y ella entenderéis este extraño amor. Y aquel camino hacía tu cama.
Piensas que no tienes apenas nada. Pero tú tienes lo que nadie nunca tendrá: una historia de amor maravillosa, la que jamás nadie ha escrito. Un amor dentro de tu pecho, en tu cabeza, en la yema de tus dedos, en las cosquillas de tus pies. Una historia de amor que nunca volverá a tener ni su momento , ni su lugar para ser vivida.
No pienses que todo es triste, que de nada sirve todo esto.
Tú no sabes la suerte que tienes de querer como quieres.
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