Cuando se abrieron las puertas del hemiciclo, algunos diputados salieron diciendo: “Ha sido eutrapélico, pirandeliano”. La reforma del artículo 135 de la Constitución para consagrar la “estabilidad presupuestaria” de acuerdo con el mandato de la Unión Europea y dar “prioridad” al pago de la deuda, fue aprobada por 316 votos a favor (PSOE, PP y UPN) frente a cinco en contra: Antonio Gutiérrez. Rosa Díez, los dos diputados de Coalición Canaria y un socialista llamado José Manuel Vara que se equivocó de botón. Los nacionalistas del PNV y de CiU, que permanecieron en el salón del pleno, decidieron no votar la reforma. La Esquerra Republicana de Catalunya, el Bloque Nacionalista Galego, Nafarroa Bai e Iniciativa per Catalunya montaron un plante, abandonaron el pleno y manifestaron su rechazo a la reforma y su protesta por la inadmisión a trámite de sus enmiendas reclamando un referéndum, el derecho a la autodeterminación y la facultad de los españoles de decidir la forma de Estado entre monarquía y república.
Eran las doce menos diez minutos del mediodía cuando el presidente José Bono dio por concluido el debate, que había empezado a las diez, y anunció que se procedería a la votación en cuestión de cinco minutos. Como el PSOE y el PP trataban a toda costa de atraer a CiU al consenso constitucional, la negociación se prolongó media hora, y los cinco minutos de Bono se multiplicaron por cinco. Los cabildeos entre el PSOE, el PP y CiU se concretaron en una enmienda transaccional por la que “las comunidades autónomas, de acuerdo con sus respectivos Estatutos y en el marco de la autonomía financiera reconocida en esta Constitución, adoptarán las disposiciones que procedan para el desarrollo y aplicación de los mecanismo para el cumplimiento del principio de estabilidad presupuestaria”. La enmienda también postergaba como “disposición transitoria” la fecha de 2020 de déficit cero y la aprobación de la ley orgánica antes del 30 de junio de 2012 sobre el límite de déficit público de todas las administraciones.
Fue digno de ver el corrillo en torno a José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba de los jefes de filas del PSOE y del PP para fijar la oferta a CiU. También destacó la escena, en el centro del hemiciclo, de la vicepresidenta Elena Salgado con Mariano Rajoy para explicarle el alcance de la reforma. Después, los portavoces de los dos grupos mayoritarios, Soraya Sáenz de Santamaría y José Antonio Alonso, trasladaron las transacciones al jefe de CiU, Josep Antoni Durán i Lleida, que dio su visto bueno. Ya con CiU en el redil del consenso, se anunció la votación. Las manecillas del reloj frisaban las 12:30.
Entonces el presidente, advertido del plante de algunos grupos minoritarios, anunció que se iban a cerrar las puertas para votar e invitó a quienes iban a abandonar el hemiciclo, en señal de protesta contra el trágala de los grupos mayoritarios, a salir del salón. Los diputados de ERC, encabezados por Joan Ridao, los dos del BNG, Uxue Barko, de Nabai, y Nuria Buenaventura, de Iniciativa per Catalunya, dejaron sus escaños y bajaron escalera abajo. El diputado de IU Gaspar Llamazares hizo un amago de largarse también, pero viendo en panorama, se volvió a sentar y quedó clavado en su escaños
Entonces comenzó la votación y cuando se anunciaron las enmiendas transaccionales con CiU, Llamazares levantó la mano y las vetó. Fueron dignos de ver los gestos de incredulidad de los portavoces ¿Cómo era posible que Durán, Alonso, Soraya y el propio Rubalcaba, ducho en los ardides parlamentarios no se hubieran percatado de que un solo diputado puede vetar las enmiendas transaccionales? Gritos furiosos se escucharon cuando, después del veto que impidió la votación de las enmiendas pactadas con CiU con el visto bueno de los jefes Rajoy, Zapatero y Rubalcaba, Llamazares se levantó de su escaño para salir del hemiciclo. “Tranquilos, señorías”, dijo Bono: “las puertas están cerradas”. Sin duda quería castigar al maldito Llamazares. Pero, ya digo, cuando se abrieron las puertas, muchos salieron diciendo. “Ha sido un pleno esperpéntico”. Y otros, haciendo un juego de palabras: “No ha sido un pleno histórico, sino histérico”.
Cuentan que además del plante, los dirigentes de las formaciones del grupo mixto y de IU-ICV-ERC tenían previsto presentar el veto a las enmiendas transaccionales que se pudieran pactar a última hora y que viendo que ni Uxue Barko ni otros diputados con intereses autonómicos permanecían en sus escaños para formular el veto, le toco a Llamazares, el más sensato del lugar, permanecer en su asiento para desenmascarar a CiU y oxidar su histórica función de bisagra de la gobernabilidad de España.
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