A cada generación le toca ajustar cuentas con sus mayores y la de aquellos nacidos en los 70 mira ahora hacia atrás y se pregunta quiénes fuimos para intentar descifrar quiénes somos. Reescribir la historia de nuestros padres, construir el relato adulto que desmonte la ficción infantil que nos contaron es una obligación generacional que algunos literatos están acometiendo ahora mismo. Isaac Rosa lo hizo en El vano ayer, revisión crítica de una Inmaculada Transición tan necesitada de desmitificaciones. El argentino Patricio Pron recurrió a su propia memoria familiar para narrar el drama de los supervivientes de la dictadura en El espíritu de mis padres sigue subiendo por la lluvia. Y en el mismo tono de autoficción incide el chileno Alejandro Zambra con Formas de volver a casa.
Zambra defiende “la literatura de los hijos” y como tal se nos muestra en pleno desconcierto treintañero, con la victoria de Piñera a las puertas y un amor semiquebrado y una persistencia enfermiza en el recuerdo de unos días de escuela y paseos clandestinos y primera intuición del enamoramiento; días de infancia ajenos a la brutalidad de la dictadura.
Zambra escribe: “Soy el hijo de una familia sin muertos”. Escribe desde la perplejidad de quien vivió el pinochetismo en una ignorante felicidad transformada en doliente culpa con los años. “Llegamos al Estadio Nacional. El mayor centro de detención en 1973 siempre fue, para mí, nada más que una cancha de fútbol”. Zambra creció rodeado de hijos de personas que murieron o mataron y, sin embargo, tuvo una niñez sin grandes preocupaciones, tan solo perturbada por un terremoto histórico y una noche mágica de vecinos pasando la noche en calle, al calor de fogatas improvisadas.ç
Alejandro Zambra ha escrito un autorretrato con padre y madre al fondo. En el fondo, esta novela (como la de Patricio Pron) inquiere a los progenitores: ¿cómo pudisteis sobrevivir a tal horror? Curiosamente tanto Pron como Zambra optan por la contención dramática, rehúyen ser demasiado explícitos. Y, sin embargo, en ambos casos percibimos esa angustia de quien carga con el pasado de los padres y entiende que ese pasado es también propio y, por tanto, merece una explicación. “Pensé: de qué tienen cara mis padres. Pero nuestros padres nunca tienen cara realmente. Nunca aprendemos a mirarlos bien”.
Chile vive días convulsos y una nueva generación (nacida en los 80 y los 90) ha roto definitivamente con el miedo y exige el fin de los consensos mal entendidos. Es otra primavera, como la árabe, como el 15M, cada cual con sus contenidos específicos pero todas unidas por un hilo conductor resumido en un lema: Ahora es nuestro turno.
Un paso adelante que, cómo no, requiere un vistazo al pasado. Eso hace Zambra en Formas de volver a casa. Eso hace Pron, Isaac Rosa y otros autores. Contra los padres (con amor).
Formas de volver a casa. Alejandro Zambra. Anagrama. 164 páginas.
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