No sería de extrañar que el equipo de campaña de Rajoy más que analizar y valorar la última encuesta del CIS optara por interponer una demanda por daños y perjuicios contra su candidato. El sentir mayoritario de los ciudadanos sondeados es que don Alfredo sería mejor presidente del Gobierno, que es más honesto, más dialogante, más eficaz y mejor negociador que su adversario. Sin embargo, aunque esa radiografía sociológica no lo refleje acaso por inquina, sabido es que don Mariano prepara con mayor fundamento la queimada. La traslación demoscópica del llamado ‘efecto Rubalcaba’ ha provocado tal euforia en las filas socialistas que a punto ha estado el Ayuntamiento de tener que vallar la Cibeles para contener a las masas.
Uno, algo desafecto a este caudal de ilusiones, piensa sin embargo que todo muestreo, por óptimo y profesional que sea, cuenta con el mismo margen de error: que luego hay que votar. Y es ahí donde más que el marketing político, a menudo grandilocuente y cursi, pesa el parado que se tiene en casa o la jodida hipoteca o la falta de futuro de los hijos. La economía, y me refiero a la doméstica que es de la que entendemos y nos importa, marca a fuego esas decisiones para las que no hay ni photoshop ni música ni vídeo que valga.
Es más, esa insistencia en meterte por los ojos todo aquello que no se logra a través de la credibilidad estomaga no pocas veces. Y es llegado a ese punto, es decir al de ganarse la confianza del votante, donde de uno no se sabe lo que quiere hacer y del otro que hizo cuando podía justo lo contrario de lo que ahora promete que va a hacer. En suma, un duelo tan creíble como el argumento de una película de Almodóvar. Y en esas, Elena Valenciano, jefa de campaña de Rubalcaba o de RbCb (que con estas cosas tan modernas ya no sabe uno si habla de un candidato o de un extra de La Guerra de las Galaxias) considera que el flanco débil del PP es que no se sabe qué piensa Rajoy.
No estoy nada de acuerdo. Es más, lo que sería del todo pésimo para su propio partido es que, después de aguantar tanto tiempo, justo en la antesala de unas elecciones generales, ahora le diera por reflexionar y encima lo dijera. No hay que olvidar que en una ocasión trató de aportar una solución concreta y le ocurrió algo “notable” tal y como él mismo lo definió: no entendía su letra. Tampoco es cuestión de arriesgarse de nuevo en un momento tan delicado. Y para delicado qué decir del ya legendario vídeo del candidato Rubalcaba titulado “Yo estuve allí” que para sí hubieran querido los pastorcillos de Fátima cuando ellos también estuvieron allí en el momento del milagro. No era tan importante como el mitin pero seguro que ilusión sí les habría hecho.
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