Un individuo hasta ahora desconocido llamado Anders Behring Breivik ha pulverizado, de la noche a la mañana, el “mito” de una sociedad pacifista, segura y cohesionada que ha exhibido Noruega desde el siglo pasado. Hasta ahora los noruegos recalcaban ese mito recordando una de las anécdotas más conocidas del rey Olaf V, quien presumía de pasear por las calles de Oslo sin escoltas, y cuando un periodista le preguntó porqué lo hacía, Olaf, que reinó desde 1957 a 1991, le contestó que tenía cuatro millones de guardaespaldas. Esa era la población del país en aquel momento.
Con esta actitud del rey Olaf V, tan enraizada en la sociedad noruega, se pueden explicar los fallos ocurridos en su organización policial. Y es que fue muy fácil colocar un coche bomba frente a la sede del gobierno en Oslo y, además, los agentes tardaron una hora y vente minutos en actuar tras el doble atentado. Para colmo, ni siquiera acertaron en la cifra de víctimas mortales, ya que en tres días pasaron de 92 a 76.
Desgraciadamente, estas cosas no ocurrirían en España, donde estamos más habituados a las acciones terroristas. Aquí tenemos detectado al enemigo, aunque la solución del problema parece estar en marcha, aunque no sabemos por cuanto tiempo. Aquí sabemos como actúan quienes quieren imponer sus tesis políticas sobre el Estado o el gobierno de turno. Aquí sabemos como hace ETA para lograr sus objetivos políticos. ETA ha matado de la misma manera que Anders Behring Breivik.
En Noruega, hasta ahora, se han dedicado a promover actividades pacifistas. Véase el ejemplo del conflicto de Israel y Palestina y véanse, porque no debemos omitir algo que nos afecta directamente, los contactos de enviados del gobierno de Rodríguez Zapatero y ETA en Oslo, en presencia de un representante del gobierno noruego. Si, porque también Noruega ha sido el escenario de estas “supuestas negociaciones” no desmentidas oficialmente por el gobierno del país nórdico, aunque Rubalcaba las negó desde el primer momento.
Así son las cosas y así de pacifistas se han mostrado los noruegos. Su actitud se ha instalado siempre por encima del bien y del mal. Pero la masacre provocada por Anders Behring Breivik, que pudo actuar con apoyos aún no detectados, va a provocar la caída del “mito noruego” y marcará un antes y un después de la actitud demostrada por quienes gobiernan y habitan el país nórdico. Algo han hecho mal y necesitarán tiempo para corregirlo.
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