Las escamas del tiempo

25/07/2011

diarioabierto.es.

Entre tu mano y la mía hay un mundo entero. Tres caricias que se caen de la cama y van a parar al suelo. Tus piernas se despliegan y buscan inconscientes los dobleces de las sábanas blancas. Tus escamas brillan, quisiera mantenerlas todas, siempre pegadas a tu cuerpo.

El tiempo son escamas que se desprenden de nuestro cuerpo cada vez que no te doy ese beso que extrañas, cada vez que no llego a tiempo con las caricias que te debo. El tiempo son escamas que se pierden para siempre. Tras una de tus lágrimas una escama cae. Tras un despiste que desemboca en un “no me entiendes” se desprende otra escama, otra mas que se une a las que yacen hace tiempo en el suelo, ya viejas y desgastadas. Inservibles.

Las escamas del tiempo van cayendo como hojas de los árboles. Pero estas jamás se regeneran. Y te dejan al aire, te dejan de viva piel con la vida. Porque las escamas te protegen, como si se tratara de una coraza que te separa de la maldad del mundo.

No olvidaré aquella canción que cantabas: “El sitio de mi recreo” con tu voz pelada, helada de frío con olor a café y a tabaco. Tarareabas la canción mientras ahí fuera el mundo perdía también esas escamas que le protegían del paso del tiempo.

A veces alcanzábamos las estrellas en tu coche pequeño. Algunos litros de gasolina eran suficientes para llegar a cualquier parte. Y en cada cambio de marcha pasabas tu mano sobre mi rodilla que temblaba. El calor asfixiante del verano latía dentro de nuestras venas. Tu aliento de menta fresca era el aire acondicionado de todos los besos de verano. Y aquel sol que te dejaba ciego de repente, en cada curva, en cada acantilado por el que lanzábamos botellas con mensajes dentro, era el mismo sol que una vez nos acarició lentamente en la cara.

Nadie supo que te alejabas para no volver. Te habías quedado sin escamas por fuera, e hiciste las maletas con lo poco que tenías. Cuatro litros de gasolina más y un par de besos en los bolsillos de tus pantalones rotos por el falso.

Las escamas del tiempo son de un solo uso. Una vez que las pierdes ya no las puedes recuperar.

Recuerdo que te dije adiós. Ése día la lluvia lo inundaba todo: tejados y calles. Y que hubo relámpagos que lo llenaban todo de luz y de ruido. Te dije: sé que tienes que irte, sé que no vas a regresar. Me sujetaste por la muñeca firmemente con tu mano tan frágil como un cristal. La última de tus escamas cayó muy cerca de mis pies. Cuando ya te fuiste, en silencio, recuperé esa escama y la planté dentro de una pequeña maceta para ver qué brotaba sobre la tierra.

Hace tiempo que creció un tallo muy largo de colores extraños con algunas hojas en forma de brazos. Y cada vez que muere alguien importante del mundo de la música corto parte de ese tallo y lo vuelvo a plantar en otra maceta, para ver si vuelve a crecer.

Trato de mantener con vida la última escama de la persona que me enseñó que en el mundo se vivía mejor con música y que decidió su muerte urgente porque sí, dejándose caer por el acantilado, con el sol mirándole fijamente a los ojos.

Murió Amy Winehouse el otro día, y he cortado parte del tallo y plantado en otra maceta.

No sé dónde me meteré yo cuando ya no quepa en casa. Yo y mis escamas. O las pocas que me quedan. Tampoco sé si alguien recogerá mi última escama, ni si la plantará en una maceta, para ver si en vez de un tallo, crecen letras.

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