“Corazón cobarde no conquista damas ni ciudades”
¿Las ciudades tienen sexo? Cierren los ojos y evoquen por un instante un atardecer rosáceo sobre cualquier puente del Sena, mientras la arquitectura placentera de la Ciudad de la Luz les envuelve y la cuna del romanticismo hechiza su entendimiento: París es anfitriona altiva enfundada en alta costura suplicando ser enamorada por un galán de antaño. Vuelen hacia la Ciudad de las Máscaras y quedarán atrapados en el embrujo del laberinto que se adueña de cada cual, que empuja a desafiar las cosas prohibidas: una urbe impúdica, viciosa y obscena. Venecia es cortesana narcisista, complaciente por admirarse a sí misma debido al reflejo permanente de su esqueleto sobre las aguas que le dan vida; es una provocadora exuberante cubierta de encajes, terciopelos, brocados y sedas, que inspira la sensación que lo mejor está oculto, que lo realmente valioso no será revelado. Venecia es -y será- la protagonista absoluta de historias inconfesables de amores, odios, pasiones y traiciones. Si evaden su pensamiento hacia la Ciudad Eterna, quedarán cautivados ante su masculinidad pétrea: Roma es rotunda, contundente, nostálgica y varonil, sin duda por el legado del espíritu errante de los guerreros y gladiadores que la encumbraron. Callejeando por Berlín les costará etiquetarla porque es camaleónica, ecléctica, heterodoxa, bisexual, presta a transformar cada manifestación individual en un estallido creativo. Los muros derribados trascendieron de la destrucción de una estructura de cemento: se venció la intolerancia para dar la bienvenida a la libertad plena. Milán desconoce adversario en el arte de la seducción: personifica la elegancia de un gigoló que tiende una mano mientras embelesa a cada nueva presa, sin que ésta perciba más sensación que la de un cuerpo apetecible y un aroma dulce que hipnotiza al ser aspirado. Es el amante arrebatador en el que toda hembra se debería perder alguna vez para descubrirse emperatriz de los sentidos, el que impulsa a desatender la razón y convierte el silencio -y una mirada- en la mejor de las palabras, la más bella e intensa. Crucen el océano y aterricen en el gigante voraz, soberano de la vanguardia y de las tendencias: Nueva York es un espectáculo interminable, multicultural e interracial: no tiene sexo porque abraza todos los sexos. La Gran Manzana es hermafrodita. El sexto sentido se maximiza, la adrenalina se revoluciona sin remedio ni contención, pero las islas que la conforman son el marco idóneo para enterrar secretos.
París es rosa y algodón de azúcar, Venecia es bermellón y caviar, Roma es strachiatella y grappa, Berlín es arco iris y cerveza helada, Milán es azul marino y martini, Nueva York es oro y burbujas… ¿Y Madrid? ¿Es fémina o varón? ¿Es chico o chica?
Madrid es ELLA, una adolescente insaciable, ambiciosa, extrovertida y generosa, entregada a la tarea de conquistar el mundo y todo lo que se ponga por delante. Madrid es capital emergente, cambiante, abierta y acogedora, que se reinventa para posicionarse como metrópolis de referencia, en destino anhelado por los viajeros exigentes. Es sacerdotisa que embauca haciendo volver la cabeza a su paso mientras despierta la envidia -a la vez que profunda admiración- de sus semejantes decadentes. Madrid rebosa vida en cada rincón y los que de ella se alejan lo intuyen como eventualidad pasajera: aquellos que marcharon en busca de sueños, alcanzan su cielo al volver a la Villa.
Twitter: @CarmelaDf
PD: La que escribe relaja su pluma en agosto… ¡Felices vacaciones!
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