El último sondeo del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat de Catalunya –hecho público el pasado viernes, asegura que el 25,2% de los catalanes son independentistas. Estas cifras están lejos de la encuesta que realizó el Instituto Noxa para La Vanguardia la semana siguiente de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut y poco antes de la multitudinaria manifestación del 10 de julio en Barcelona que eleva el número de personas que afirmaban tener inquietudes independentistas al 47%, cifra que se redujo tres meses después al 40% según el mismo Instituto Noxa. El CIS, incluyó esta pregunta en un sondeo realizado en el 2001 y le dio como resultado que el 35,9 de consultados no rechazaban esta opción. En cualquier caso, en las consultas electorales realizadas hasta ahora ERC, el único partido con representación parlamentaria que se declara independentista, nunca ha cosechado más del 15% de los votos.
Separatistas irreductibles aparte, hay un sector importante de la población catalana que si se siente incómodo con el trato que recibe tanto de la administración del Estado (el desequilibrio entre las balanzas fiscales) como del jacobinismo de dirigentes tanto del PSOE como del PP, así como con una legislación (o una interpretación de estas leyes) que va poniendo cada día más trabas al reconocimiento de la personalidad catalana. Del preconizado “estado plural” está calando la sensación de que muchos sectores pretenden imponer el “estado uniforme”.
Ello propicia que muchas personas se sientan reflejados por la frase atribuida a Joan Manuel Serrat que señalaba “me siento español en la medida que me dejen ser catalán”, o sea que mucha gente que aceptaba con naturalidad ser tan español como catalán, ahora no hace ascos a las tesis independentistas ante el rechazo existente en muchos sectores españoles hacia Catalunya, desde partidos que se han convertido en clientes habituales del Tribunal Constitucional ante cualquier decisión identitaria del Parlament, hasta campañas de boicot a productos catalanes o mentiras sobre el uso del catalán en las escuelas…
Ello ha propiciado que diferentes instituciones económicas catalanas hayan realizado estudios teóricos sobre la viabilidad de una Catalunya independiente. El profesor Xavier Sala Martin aseguraba que “no hay ninguna duda de que la independencia de Catalunya es absolutamente factible desde un punto de vista económico”, aunque matizó que con ello no afirmaba que la independencia fuera deseable.
En el aspecto político, Joan Majó –ex ministro de Industria con Felipe González, afirmaba en un artículo en la edición catalana de “El País”, aseguraba que “estoy dispuesto a ser español siempre que no se me obligue a ser menos catalán de lo que soy y mientras el Estado me defienda a mi, mi nación, mi lengua, el futuro de mis nietos y todo aquello con lo que me identifico. Ahora no veo que sea así” y aún añade “si la España futura es la que deja entrever la ideología del PP, lo que ha destilado una gran parte de los medios de comunicación de Madrid y lo que ha teorizado, sin que nadie se lo haya pedido, el TC, la Catalunya de la que yo formo parte no cabe en este Estado”.
Ahora las pugnas partidistas en la eterna precampaña electoral catalana no propicia a que una postura posiblemente mayoritaria de los catalanas llegue con nitidez a las altas esferas del Estado. Pero el propio Rubalcaba reconocía que España tenía un problema con Catalunya y asumía el descontento de los catalanes en su relación con España. Quizás la propuesta del concierto económico es una medida posibilista que pretende frenar los sentimientos independentistas catalanes. Máxime teniendo en cuenta que ni CDC ni UDC son partidos independentistas, aunque tengan independentistas en sus filas.
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