Sería muy de agradecer que cuando nos quieran vender un crecepelo nos dijeran que no sirve de nada contra la calvicie pero que de algo tiene que vivir quien nos lo pretende encalomar. La sinceridad siempre es un valor que lo mismo vale para este ejemplo que para la nueva candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2020. Tanta grandilocuencia, tanta solemnidad, tanta ilusión impostada acaba por aburrir más que las retransmisiones de vela que, imagino que llegado el caso, se celebrarán en el Manzanares con el fin de rentabilizar el dispendio de Madrid Río. Hubiera sido acaso más crudo, pero infinitamente más eficaz, argumentar simplemente que en una Legislatura en la que no se iba a hacer nada nuevo, y así lo ha admitido el propio Ayuntamiento, qué menos que entretenerse con algunas fotos de inauguraciones de pistas de petanca o con algún posado en chándal.
Quizás sea un detalle sin importancia pero tampoco estaría de más recordar que los Juegos son opción y no obligación. Por tanto, si se trata de responsabilidad política, como se ha dicho por parte de quienes suscriben esta euforia olímpica de tono menor, sólo apuntar que ésta se demuestra cuando se aborda la solución de los problemas reales y no cuando alguien se embarca en una aventura por voluntad propia. Y bajo esta premisa no resulta superfluo reseñar qué tipo de irresponsabilidad política es, por el contrario, la que ha consentido durante años y años que, por ejemplo, los niños que sobreviven en Cañada Real se críen rodeados de ratas.
O, si se quiere un espíritu más deportivo, cuál la que permite que más de ciento cincuenta mil vecinos del distrito Centro de la ciudad lleven tres años sin ningún polideportivo mientras se les anima a que aplaudan y se asombren ante los récords mundiales de unos tipos que ni conocen. Estas cosas, que se tildan de demagogia cuando se carece de más argumentos, son tan difíciles de explicar como fácil resulta apelar de nuevo al esta vez sí que sí mientras se frotan las manos aquellos que más que ver una oportunidad en el futuro de hacer patria ven en el presente otra más segura de vivir estupendamente bien.
Por mucho que el gasto sea el menor posible no hay que olvidar que se suma a otros gastos mucho más cuantiosos ya desembolsados y que esa reactivación económica que se espera como agua de mayo gracias a los Juegos igual lo será pero en un mayo muy lejano. No se antoja muy coherente apelar a ella cuando, en el mejor de los casos, las inversiones no llegarían hasta dentro de dos años y, por lo tanto, de espolear la economía cuando más se necesita nada de nada. Por no incidir en que hablar de austeridad cuando por medio está el COI es como querer declararte a tu pareja en un susurro durante un concierto de los AC DC. Que cada uno saque sus conclusiones.
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