El 31 de octubre de 2008, precisamente el día de Halloween (Día de Todos los Santos o de los difuntos), nace la madre de todas las criptomonedas, el Bitcoin, a partir de un documento distribuido a un reducido grupo de ciberactivistas por un tal Satoshi Nakamoto, cuya verdadera identidad continúa siendo un misterio. Las primeras transacciones con Bitcoin se registraron ya en 2009, a un precio que se estima alrededor de los 0,003 dólares por unidad. Una de las primeras transacciones conocidas se efectuó en mayo de 2010 por 10.000 Bitcoins para comprar indirectamente dos pizzas por cerca de 30 dólares, lo que equivale a menos de un centavo por cada criptomoneda.
Lo cierto es que la polémica criptomoneda ha dado, en menos de diez años, el salto del Internet más profundo a valer a mediados de diciembre de 2017 un récord de 17.630 dólares unidad. Y que ahora, pese a todo, vale más de 9.500.000% veces su primera cotización. Este criptoactivo ha crecido 164.000 veces en esos 10 años, lo que compara con el 141% de revalorización del Dow Jones, el índice por antonomasia de Wall Street en su primera década de vida.
Entre los mayores hitos en esa década de vida del Bitcoin destacan la decisión de Japón de legalizarlo como forma de pago en 2016, su práctica prohibición en China desde mediados de 2017, y su debut a finales de ese año en el mercado de futuros CBOE de Chicago y en el CME, la principal plaza de derivados financieros de Estados Unidos. Esta última medida propició una espectacular escalada en el precio del Bitcoin hasta llegar a su récord histórico.
En la actualidad, un Bitcoin se compra a unos 6.330 dólares (5.572 euros), tras una prolongada mala racha calificada por algunos analistas como el estallido de la «cripto-burbuja». «Se trata de una fase de depresión tras la locura del año pasado», explica el analista Charles Hayter, de Cryptocompare.
Este experto añade que la temida guerra comercial entre China y EEUU puede suponer una nueva oportunidad para que el bitcoin muestre su utilidad. Pero el Bitcoin aún se mueve en un vacío legal en gran parte del mundo, y muchos productos financieros ligados a él están pendiente de la aprobación de organismos reguladores, como sucede en EEUU con los fondos de inversión cotizados basados en esta criptodivisa.
Japón, país pionero en la regulación de los mercados de criptomonedas a raíz del hackeo de la casa de cambio Mt.Gox en 2014, quiere sacar adelante una normativa internacional coordinada para el sector, aprovechando su presidencia del G20.
También es evidente el interés por esta criptomoneda de grandes inversores institucionales como BlackRock o Goldman Sachs.
Pero ahora se habla más de Blockchain, la tecnología de bloques que está detrás de las crioptomonedas, que del Bitcoin.
Además, el prestigio del Bitcoin se ha visto seriamente mermado por los ciberataques, hackeos y robos por parte de piratas informátivos, que son los que llevaron a la quiebra a MT Gox y provocaron un desplome del 77% del valor de la criptomoneda en 2015. Chakib Bouda, jefe de tecnología de la firma de pago Rambus, cree que “el mayor fallo del Bitcoin y otras criptomonedas en los últimos años ha sido la seguridad».
Impacto en el clima
El bitcoin ha sumado otro problema. Un estudio de investigadores de la Universidad de Hawái (EEUU) publicado por la revista «Nature Climate Change» señala que la actividad generada por la criptomoneda y el proceso de ‘minado’n ecesario para mantener en funcionamiento la cadena de bloques, puede generar emisiones capaces de elevar la temperatura del planeta en 2 grados centígrados hasta 2033. Según las estimaciones de los científicos, el uso de la criptomoneda generó en 2017 cerca de 69 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono.
«Incluso si su adopción crece al ritmo más lento posible en comparación con otras tecnologías, supondrá muy malas noticias para el cambio climático», afirma Camilo Mora, uno de los autores del estudio. «Claramente, todos los desarrollos futuros relacionados con la criptomonedas deberían tratar de reducir drásticamente la demanda de electricidad», añade.
En peligro una cuota de mercado del 54%
Pero justamente cuando celebra su décimo aniversario, el Bitcoin ve amenazada su posición como mayor criptomoneda no sólo por otras tan consolidadas como éste, como el Ripple o el Ethereum, sino por nuevos competidores, como el NEO, EOS o Stellar. De la capitalización de todas las criptomonedas, que asciende actualmente a 202,83 billones de dólares (178,10 billones de euros), el 54% corresponde al Bitcoin, según datos de la plataforma Coinmarketcap.
NEO nació en febrero de 2014 como AntShares. Cotiza a un precio de 16 dólares, de lo que sale una capitalización de 1.040 billones de dólares a mediados de octubre. Está basado en el blockchain, lo impulsa una comunidad, sin fines de lucro, diseñada para promover la creación de una red escalable de aplicaciones descentralizadas (dapps). El ecosistema NEO permite el rápido desarrollo de contratos inteligentes usando una variedad de lenguajes de programación. Puede soportar hasta unas 10,000 transacciones por segundo.
Entre sus fans, el Gobierno chino y la todopoderosa plataforma de comercio electrónica Alibaba, también china. Por eso NEO es conocida en los mercados como el “Ethereum chino”.
Stellar fue creado también en 2014. Cotiza a 0,21 dólares, por lo que su capitalización a mediados de octubre superaba los 4 billones de dólares. Se trata de un protocolo descentralizado de código abierto para la transferencia de moneda fiduciaria a digital, comparable con Ripple, que permite realizar pagos transfronterizos rápidos y seguros.
La moneda de Stellar, Lumen, se utiliza como el intermediario en las transacciones de moneda fiduciaria. También actúa como un intercambio descentralizado y es capaz de albergar ICO (ofertas iniciales de venta de criptomonedas) en su plataforma.
IBM anunció recientemente que utilizará la red de blockchain de Stellar para liquidar pagos transfronterizos en tiempo real, lo que consolida a este sistema como el principal competidor del Ripple, el preferido por la banca internacional (incluyendo al Santander y al BBVA) para esas operaciones. La multinacional tecnológica norteamericana optó por Stellar por su escalabilidad, transparencia, y bajos costes de transacción
EOS es la criptomoneda emergente más joven, ya que nació en julio de 2017 de la mano de Block.one. Cotiza a 5,3 dólares, y su capitalización llega a los 4,8 billones de dólares a emdiados de octubre. Está impulsada por un software que permite el desarrollo descentralizado rápido y fácil de aplicaciones, así como almacenamiento en la ‘nube’ y su autentificación. Según la compañía, esta arquitectura de blockchain tiene el potencial de procesar millones de transacciones por segundo, prácticamente sin coste para los usuarios. Su facilidad de uso, velocidad y rentabilidad sitúan a EOS como un competidor fuerte para Ethereum.
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