Ahora parece que por el hecho de ser gay, transexual, bisexual, multisensorial, polimórfico o por pertenecer al colectivo de admiradores de la abeja Maya, puedes campear por la ciudad a tus anchas, molestando a todo vecino que se cruce en tu camino o coaccionando -cual vil mamporrero- al primer edil de la capital en el domicilio particular mientras ejercita actividades pertenecientes al ámbito privado. Si de paso vociferas a su mascota e insultas a algún familiar te llevas unos cuantos puntos extra ante la turba colérica que te jalea. Algunos limitan la grandeza de la democracia a la imprescindible libertad de expresión -tantas veces mal entendida-. Otros reclaman derechos vulnerando los ajenos.
Mi libertad termina donde comienza la de los demás. Lo acontecido demuestra que algunos -que no representan a la mayoría- han hecho de su capa un sayo y donde dijeron digo, ahora dicen Diego: los que clamaron justamente por la tolerancia y el respeto han trasmutado a violentos e intransigentes. Beben a chorros del agua que tanto criticaron. Visualizando asombrada el asalto a Gallardón en un entorno íntimo -en su casa no es alcalde, es persona- me han venido a la cabeza actitudes y comportamientos de los vándalos de la Kale Borroca. Obvio es que unos son cachorros de asesinos mafiosos y otros simples energúmenos que pasan el rato, -no hay cabida a comparaciones en este punto-, pero sí en las formas y en el fondo: cuando me impiden conseguir mis objetivos pataleo, armo escándalo, insulto, coacciono, amenazo y atropello lo que se me ponga por delante para satisfacer mis caprichos. Curiosa también la proliferación de movilizaciones que se vienen produciendo a lo largo y ancho de nuestro país desde que se ha intuido -y consumado- el vuelco electoral, y las que si no me equivoco, están por venir en los próximos meses. Sospeché del nacimiento “espontaneo” del 15M, admiré y defendí su espíritu, me apenó su desarrollo y reniego de su desenlace. Esta vez el berrinche ha sido por prohibir música durante el Orgullo Gay, la próxima semana será por el relevo de los Reyes Magos en favor de Bob Esponja, y a la siguiente, por la reivindicación del escarabajo patatero como rey de la selva. Mientras las protestas por temas tan trascendentales para el bienestar ciudadano se multiplican, a nadie se le ocurrió toser a Zapatero por los cinco millones de parados… ¿No será que alguien pretende conseguir mediante la movilización de la calle más radical lo que no obtuvo en las urnas?
Por cierto, los que berreaban al alcalde en el barrio de Justicia, debieran saber que han sido los vecinos del colindante Chueca los que se quejaron por las molestias que les supone el día del Orgullo y que el consistorio se ha limitado a aplicar la normativa municipal de ordenanzas del ruido que impide que se desarrollen eventos a una distancia inferior a 150 metros de centros socio-sanitarios.
Esto no va de gallardones -va de cualquier ciudadano que merece ser respetado en el ámbito más personal-, ni de celebraciones erótico festivas –sí de enredar con cualquier excusa que encienda la chispa de la polémica-. Esto también va de la pérdida de valores, de la ética y del sentido del deber, de hacer la vista la gorda al incumplimiento de la Ley, de pasarse por el forro el ordenamiento establecido sin castigos ni sanciones, de dar alas a minorías absurdas con reclamaciones ridículas en vez de defender con uñas y dientes el interés general, de potenciar el aborregamiento en vez de impulsar la educación de exigencia, de encumbrar a los altares a patéticos personajes sin oficio conocido, de idolatrar la nadería en vez del mérito y el esfuerzo. Asistimos a las lógicas consecuencias de la España del todo vale.
Twitter: @CarmelaDf
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