Puesto que la política no es una ciencia exacta y ni siquiera es ciencia, se empeñaron en vano la lideresa de UPyD, Rosa Díez, y la portavoz parlamentaria del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, en saber si entra en el arte de lo posible el adelanto electoral. El candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, contra el que se dirigen los dardos de la oposición, las escuchó con atención y puesto que sus argumentos se pueden resumir diciendo que Zapatero es malo y Rubalcaba, peor, les respondió: “No voy a entrar en debates tóxicos que perjudican a la política y a los políticos”. Eso fue todo.
La verdad es que muchos diputados de distintos grupos reconocen que ya huele a final de legislatura. El Gobierno desea aguantar hasta marzo por un análisis político elemental: necesita tiempo para que los ciudadanos comprueben los recortes sociales del PP en la mayor parte de las autonomías y comprendan mejor la política del Gobierno socialista, lo que animará la vuelta del voto de los desafectos. Además confía en que la insoportable cifra de parados siga bajando y se verifique el crecimiento del 1,3% del PIB gracias al buen comportamiento de las exportaciones y del turismo.
Aunque el Ejecutivo no necesite el apoyo de los nacionalistas para aprobar el Presupuesto de 2012, pues puede prorrogar el del presente ejercicio, tanto CiU como el PNV y Coalición Canaria saben que un anticipo electoral con una mayoría absoluta del PP les convertiría en piezas decorativas del mosaico político estatal. Y eso es lo peor que les podría pasar. Si ustedes se fijan, Durán i Lleida, que fue el primero en pedir el adelanto electoral antes del gran recorte de Zapatero, no quiere ahora oír hablar de elecciones en noviembre.
Pero cuando algunos afirman que huele a final de legislatura, tienen sus pituitarias razones. ¿Cuáles? El PP puede promover la “desobediencia autonómica” y no dudará en hacerlo si le beneficia. El Gobierno, por su parte, ha renunciado hace un mes a la acción legislativa, si descontamos la reforma de la negociación colectiva que tramitará urgentemente con el apoyo de PNV y Coalición Canaria. El presidente del Congreso, José Bono, ha concentrado en dos días los plenos –tarde del martes y mañana del miércoles– por falta de leyes, y su colega, el derrotado José María Barreda, se ha adelantado una vez más a decir a Zapatero lo que tiene que hacer: convocar elecciones.
Si a ello añadimos las buenas intenciones de sus señorías en lo atinente a la transparencia de sus patrimonios, la renuncia a los complementos de pensiones y a esa especie de paro obrero arbitrario que perciben de las Cámaras a razón de dos mensualidades por legislatura, tengan trabajo o no cuando dejan el escaño, nos daremos cuenta de que más allá del ardid –las medidas no tienen efecto retroactivo ni les afectan– para calmar a los “indignados” y no tener que salir en helicópteros, estamos ante el signo de que esto se empieza a acabar. Y cuando algo se empieza a acabar se acaba acabando.
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