Se podrá o no estar de acuerdo con sus planteamientos, pero hay que reconocer que en «Cataluña, La herida de España. Mitos y claves de la revolución independentista» (Almuzara, 168 páginas), Ignacio Camacho, periodista y columnista en ABC (periódico que dirigió entre 2004 y 2005), y habitual comentarista en radios y televisiones, articula muy bien su discurso.
A mí me parece un tanto hiperbólico comparar el desafío independista en Cataluña con el golpe de Estado del 23 de febrero, pero es la tesis fundamental de Ignacio Camacho en esta obra. El libro, construido a partir de los artículos publicados por el autor en ABC, quiere ser «una crónica urgente de la fase aguda de la crisis que ha tensionado hasta el límite de la ruptura el modelo español de convivencia».
Para ello, ofrece un resumen de la última etapa del conflicto, reforzado por los comentarios que durante todo el año Ignacio Camacho ha desgranado en ABC y que tratan de ser «una reflexión sobre las causas remotas e inmediatas que han conducido a este crucial desafío al sistema».
Su punto de partida, que plantea desde las primeras líneas de la introducción, es que «todo movimiento de independencia es en sí mismo un proceso revolucionario». Y que el de Cataluña «no se puede comprender en su dimensión completa sólo como un problema de integridad territorial sino como un asalto a la estructura del Estado, a los fundamentos del régimen democrático«.
Para Ignacio Camacho, es «el más importante y decisivo de los ataques contra el modelo constitucional, mucho más largo e intenso que el 23-F y más global que el conflicto vasco».
Periodismo de opinión contra la posverdad
Desde el periodismo de opinión y de interpretación, que no ahorra juicios y comentarios valorativos, la obra trata de combatir lo que considera «plaga posmoderna de la posverdad, un factor clave en la estrategia triunfante del soberanismo».
Ignacio Camacho piensa que «el éxito incuestionable del discurso separatista se basa en la creación de una épica colectiva construida sobre mentiras, supercherías, imposturas y artificios emotivos».
Llama la atención que el propio autor admita, desde el mismo inicio de la obra, que «no sugiere, ni aventura ni propone salidas», ya que «las más razonables de las soluciones esbozadas hasta el momento sólo suponen un aparcamiento del problema».
Y que proclame que «con la eterna ‘cuestión catalana’ abierta en canal, cuesta pensar que el proyecto moderno de la nación española pueda volver a encontrar una posición de equilibrio».
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