Los políticos como problema

10/06/2011

diarioabierto.es.

Aunque no resulte sorprendente, no deja de ser inquietante que los políticos y los partidos se hayan convertido en uno de los principales motivos de preocupación de los españoles, tras el paro y la situación económica. El fenómeno no es exclusivamente español, pero en nuestro país tiene características propias y probablemente esté más justificado que en otro lugares.

Nos enfrentamos a una crisis global originada por el insaciable ansia de maximizar beneficios de algunos poderes económicos, que, tras ser salvados del desastre por los poderes públicos, que es lo mismo que decir por el común de los ciudadanos, dictan e imponen ahora las condiciones de salida de la situación y una dinámica que acaba atacando las condiciones de seguridad y bienestar de muchos millones de personas. En este entorno, los Gobiernos que actúan sobre una base territorial concreta y que deben gestionar problemas y dificultades también concretas, tienen muy poco margen de maniobra y sus ciudadanos se sienten impotentes, indefensos, defraudados. Pierden así la confianza en los políticos que les representan y se produce una cierta desafección democrática al sentir que quienes en realidad gobiernan el mundo son unos poderes difusos, casi misteriosos  e incomprensibles para la mayoría, que nadie ha elegido y que no responden más que ante sí mismos.

En España, el Gobierno socialista se ha visto forzado a aplicar una política de recortes y reformas que mal se compadece con su ideología y sus principios y mucho menos con las aspiraciones de su electorado que, decepcionado, le ha abandonado en la última cita  electoral, de la misma forma que le ha ocurrido a todos los partidos responsables de la gestión de la crisis que han tenido que pasar el examen de las urnas en distintos países.

La situación es ciertamente comprometida para el partido gobernante e inmediatamente toda la oposición se ha puesto a hacer leña del árbol caído, cosa por otro lado lógica en la contienda política. Pero en esta labor se está incurriendo en una clara irresponsabilidad cuando, a partir de datos parciales y fragmentarios, de meras presunciones, se lanzan acusaciones que no solo comprometen al Gobierno saliente, sino que crean alarma en los ciudadanos, socavan el crédito de España y pueden traducirse en futuros problemas, que, a la larga, acabarán afectando a todos, incluso a los que esperan tomar el relevo en el ejercicio del poder. En cierta forma, están dando patadas al adversario en su propio culo.

Lo malo es que el debate se centra de forma cainita en derrotar al contrario y obtener ventaja propia, olvidando lo que quiere y espera, lo que quita el sueño al español de la calle. Más que cruzar acusaciones y descalificaciones, todos deberían estar debatiendo y buscando incansablemente fórmulas que permitan dar respuesta a las necesidades y angustias de los ciudadanos, especialmente de aquellos que de forma más directa están soportando las consecuencias de la crisis.

Los partidos políticos, según reza la Constitución, son expresión del pluralismo político, manifestación de la voluntad popular e instrumento de participación política. Lamentablemente, en estos momentos no cumplen dignamente ninguna de estas funciones. Parece que viven al margen del mundo, preocupados tan solo por sus intereses y su futuro y por la conquista del poder, que ha dejado de ser un instrumento para hacer posible lo que se considera necesario, para ser un fin en si mismo, sin mayores consideraciones.

En este contexto, no es de extrañar que miles de ciudadanos se echen a las calles para clamar contra un orden de cosas que se olvida de aquello que les preocupa y hacer oír de forma directa sus críticas. Esta es la razón por la que mayoritariamente los españoles simpatizaron con el Movimiento del 15 M, si bien éste no ha sabido digerir su éxito y ha intentado mantener las concentraciones más allá de lo razonable, entrando en una dinámica que progresivamente les aleja de las formulaciones iniciales.

Los políticos, los partidos son un instrumento al servicio de los ciudadanos y han de recuperar este sentido. En España, en momentos igualmente difíciles, hombres de Estado de todos los colores políticos fueron capaces de ponerse de acuerdo en lo fundamental. Tal vez deberíamos  recuperar la generosidad y la grandeza de miras y volver a trabajar todos al unísono.

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