Ahora resulta que el 15-M es el responsable de este descalabro socialista. Lo escuché en una cena hace un par de días, de labios de uno de estos tipos izquierdistas que confunden la pasión con la anulación del juicio y cualquier reflexión con la disciplina de partido. El tío, ese prototipo de intelectual que tanto sufrió Semprún en su día también, lo tenía claro: el 15-M es, en realidad, un movimiento conservador dirigido contra la unidad de la izquierda, poco más que una alegría para el PP. Por eso, y por la petición de anulación para la Ley Sinde, este individuo condenaba, con ese empaque moral que da tener la izquierda de su parte, un movimiento facha vestido de acampada revolucionaria. Para él, José Luis Rodríguez Zapatero era una especie de Dios en la tierra: nunca ha negado la crisis, ni hablado de “brotes verdes” cuando no había ni uno, y tampoco ha tomado una sola decisión equivocada. Cuando le espeté que la izquierda debía hacer primero un juicio de autocrítica, antes que enlodar a estos chavales –de mayoría progresista, decepcionados con un sistema que ha dado lugar a los mismos casos de corrupción en el PP y en el PSOE-, él respondió que ese es el error histórico de la izquierda: andar haciendo autocrítica mientras la derecha no lo hace.
Claro, le respondí, por eso algunos estamos más cerca de la izquierda, por esa concienciación. Sí, pero es que esa autocrítica beneficia a la derecha, me espetó. En fin, una conversación tabernaria como otra cualquiera con un desconocido, en una de esas cenas en las que te ves obligado a hablar con amigos de amigos como si lo fueran, cuando no lo son. Pues no, el 15-M no ha causado la debacle socialista. En toda Europa caen los gobiernos, hacia donde las gentes dirigen las miradas de su indignación. Ojalá la caída del PSOE fuera causa del 15-M: de cara a las generales, todo sería tan fácil como levantar el campamento. A este tipo, una especie de comisario político en la sombra, nada le impresionan las peticiones del 15-M acerca de separación de poderes real, listas abiertas, imprescriptibilidad de los delitos de corrupción por cargos públicos, declaración notarial del patrimonio de los mismos, reforma de la ley electoral, debate sobre monarquía o república… Ahora resulta que son reivindicaciones del PP.
Quizá el conservador es él, y no lo sabe.
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