El príncipe y la republicana

08/06/2011

diarioabierto.es.

Buen gesto el de Felipe de Borbón al no evitar a una ciudadana que solicita su atención. Él se acerca, escucha atentamente sus peticiones, la dedica unos minutos, finalizando con un “gracias, siempre es enriquecedor escuchar las inquietudes de los españoles de primera mano”. Y queda como un señor que sabe manejar la diplomacia a la par que la empatía. En vez de eso, zanja con un “chica, ya has tenido tu minuto de gloria”. Mal Felipe, mal: lo que se inicia como un ejemplo de talante democrático finaliza con un arrebato chulesco. En cualquier razonamiento, puedes ser el más brillante de los oradores, argumentar con poderosas razones, aportar magníficas ideas, pero basta una sentencia prepotente, un gesto altanero, una salida de tono, para dar al traste una victoria ganada a pulso durante el desarrollo del mismo. Además de a leer discursos escritos por otros, ¿no te enseñaron técnicas de debate en tu extensa, prestigiosa y costosísima formación? Loable la predisposición de Felipe por afrontar una situación incómoda, sin huir ni escaquearse; correcta su defensa a la Constitución. Aceptables los modales de la chica aunque no era ni la forma, ni el momento, ni el lugar, ni tan siquiera el interlocutor válido para sus reivindicaciones. Erróneo su enfoque: si clama por una necesaria regeneración democrática es más acertado solicitar otro tipo de reformas que disparar contra la Monarquía. Pobre su dialéctica: teniendo el valor de intentar poner contra las cuerdas al heredero, debes demostrar un profundo conocimiento de nuestro ordenamiento y guardar en la recámara posibles réplicas. Los palmeros babosos que hacen de figurantes en la escena -políticos en su mayoría- no merecen valoración alguna más allá de su comportamiento habitual: pelotear al de más alto rango.

Es obvio que la familia Borbón está nerviosa: sorprende esta actitud del hijo tanto como el repentino veto del padre a redactores en actos de la Casa Real cuando su relación con los medios siempre fue exquisita. Más aún, cuando el trato de la prensa hacia la Corona, más que respetuosa, ha bordeado los límites de la autocensura: vale más por lo que calla que por lo que cuenta. También es manifiesto que está candente el debate Monarquía o República -que en nuestro país se vincula erróneamente a ideología de izquierdas-: no vale hacer la vista gorda ni dar como respuesta recurrente que el pueblo ya tuvo su referéndum en el 78,  decidiendo mayoritariamente Monarquía porque eso no es exactamente así: lo que se ratificó el 6 de diciembre de dicho año fue Constitución sí. El paquete constitucional incluía Jefatura de Estado Borbónica impuesta a dedazo por Franco -le pese a quien le pese-, sin posibilidad para los ciudadanos de definirse específicamente sobre tal cuestión.  Si las cosas no cambian, el próximo Jefe de Estado será el hijo varón de aquel impuesto por el dictador, a pesar de  tener dos hermanas mayores: todo muy democrático e igualitario. Tampoco cuela que esta familia nos cuesta nueve millones de euros como recalcan continuamente, porque esos son “gastos de bolsillo”: su seguridad corre a cargo de los presupuestos de Interior, los viajes oficiales a cargo de Exteriores y sus residencias a cargo del Patrimonio Nacional -aunque comparado con el despilfarro de las Autonomías parece una minucia-. No debemos omitir que la función diplomática de los reyes es muy positiva y su prestigio internacional está por encima de nuestros gobiernos -cosa nada difícil por cierto-. España necesita una reforma constitucional que no se puede postergar eternamente: uno de los aspectos a tratar es si mantenemos como forma política del Estado la Monarquía parlamentaria. Si los inquilinos de Zarzuela están convencidos que el pueblo español desea su continuidad, no deberían temer someterlo a votación popular, sino potenciar mecanismos que refuercen la Institución. Pero este no sería el único aspecto a reformar. ¿Qué me dicen, por ejemplo, de los sindicatos o el Senado?

Siendo una absoluta defensora de la reforma constitucional y de un debate acerca del modelo de Estado, sinceramente, no considero que sea el momento: actualmente el único objetivo hacia el que todos debemos focalizar nuestros esfuerzos es la creación de empleo.

Twitter: @CarmelaDf

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