«Este libro ha estado 10 años en un cajón», confiesa Joaquín Pérez Azaústre sobre su última obra, publicada por la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia. «He metido mucho el lápiz, pero un libro de poemas es una fotografía fidedigna del autor en el momento en que lo escribe«, precisa.
Pérez Azaústre estuvo a punto de publicar una primera versión de «Poemas para ser leídos en un centro comercial» en 2009, pero pudieron más los versos de «Las Ollerías» (2011) y «Vida y leyenda del jinete eléctrico» (2013).
En estos «tiempos adversos para la cultuta y para el cuidado de la palabra», el escritor cordobés publica esta obra «cuando parece que los centros comerciales están en caída libre» y cuando se ha producido «una degradación del cine como referente de la cultura popular» y como «lugar de encuentro».
En esta obra, de 131 páginas, se habla de las diferentes etapas en la evolución de un centro comercial para mostrar «películas que generaron experiencias sentimentalmente potentes» y «lugares que se me siguen narrando una vez que la acción ya ha terminado, pasa el tiempo y me siguen diciendo cosas».
Son poemas «como fotografías del espíritu», porque «uno escribe lo que es». «Este libro representa todo lo que puedo hacer, para bien y para mal», subraya Pérez Azaústre. Muestra «la vida como celebración, pero también el pozo del fracaso». «No todo es poesía, pero la poesía está en todo», concluye el autor.
Y después de «Poemas para ser leídos en un centro comercial», ¿qué? Joaquín Pérez Azaústre es sincero: «tengo el contador de poemas a cero, no cuento con texto alguno susceptible de ser convertido en un poema». «Estoy trabajando en una novela», confiesa.
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