Esto es lo que somos. La espuma de los días que transcurren en horizontal. Un largo otoño de contornos difusos. La vida, dijo alguien, es lo que ocurre mientras uno hace otros planes. Seguimos enhebrando una crónica generacional, insistimos en autorretratarnos pasados los treinta, tan jóvenes y tan viejos, like a rollingstone.
Ahora es es el turno de Carlos Pardo. Vida de Pablo.
Dentro de este relato colectivo en construcción cabe Kiko Amat y sus daguerrotipos pop yVicenç Pagés Jordá y sus Jugadores de Whist y Mi gran novela sobre La Vaguada de Fernando San Basilio. Estos y otros títulos componen un panorama nuevo en la literatura en español, un discurso literario de características propias a la espera de que la crítica, tan perezosa siempre, complete la línea de puntos y logre contemplar el dibujo de una narrativa que habla del mundo en que vivimos en vez de trazar figuritas pseudoexperimentales untando nocilla con los dedos sobre una vieja fotografía de Jorge Luis Borges.
“Abraham se había ido a dar una vuelta y Pablo no sé qué estaría haciendo” escribe Carlos Pardo, y nos cuenta las jornadas cordobesas de un aprendiz de poeta y pinchadiscos y trasegador de cañas de cerveza, él y sus amigos, sin hacer nada extraordinario, viendo pasar la existencia, aguardando. Trabajos precarios, consumo de estupefacientes sin mayores consecuencias, aburrimiento, amor, películas a la hora de la siesta, pisos compartidos. Simplemente eso. La experiencia de lo cotidiano, una excursión a la sierra, esperar. Hay algo de Vladimir y Estragón en estos treintañeros que penan sin pena y se emborrachan un lunes, eludiendo toda mala conciencia, y luego escriben poemas y opositan y sirven combinados de ginebra y cocacola tras la barra de un bar de provincias. Y el amor, claro, que, al final, viene a nuestro rescate.
Vida de Pablo es una tierna y divertida novela de aprendizaje, o el modo en que nos hacemos mayores sin hacernos mayores nunca. Resulta interesante cómo en la mayoría de los títulos generacionales que he mencionado gravita el fantasma del fracaso colectivo. Y cómo, más concretamente, otro espectro juega un papel fundamental: el desempleo. Estos jóvenes que ya no son jóvenes del todo asumen, sin dramatismo, que jamás serán lo que quieren ser.
“Y ahora todo lo que queda/es pasarlo bien./Que el partido está perdido/ya lo sabéis” cantaba el grupo Tachenko. Un buen resumen de la filosofía que mueve a los personajes de Vida de Pablo. Cuya lectura deja un sabor agridulce a la vez que provoca, muy a menudo, la sonrisa o la risa. “Que todo salga mal/no es tan malo” concluyeron Los Secretos, disculpen la sobreabundancia de citas. O sea que, pese a todo, lo pasamos bien, qué caramba.
Una excelente novela, Vida de Pablo, un excelente autor por descubrir, Carlos Pardo, anotherbrickonthewall de una literatura generacional a la que (¡ay!) convendría atender muchísimo más en los suplementos culturales cuyas señales de humo son cada vez más confusas.
Vida de Pablo. Carlos Pardo. Periférica. 308 páginas.
Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.