Valeriano .-Lalo- Agustina, periodista de ‘La Vanguardia’, explica en las 239 páginas de «El ocaso del imperio del sol. Abengoa, punto y final a la burbuja energética» (Península) las claves del hundimiento de una empresa sevillana que llegó a ser el líder mundial de las energías renovables. Pero que pasará a la historia por protagonizar la mayor quiebra de la historia de España, aunque nunca llegara a estar jurídicamente declarada como tal.
El libro ayuda, con un lenguaje sencillo y didáctico, a entender el intrincado laberinto del caso Abengoa, desde un planteamiento muy acertado: «las crisis nunca llegan porque sí, no son un capricho del destino, ni un castigo divino, ni obedecen a la mala suerte o la casualidad». Todo lo contrario: «las crisis, aunque a veces no queramos admitirlo. las provocamos los humanos con nuestro comportamiento, con lo que hacemos o lo que dejamos de hacer».
La obra de Lalo Agustina cuenta qué paso para que la única multinacional sevillana, icono mundial de las termosolares y una referencia en la ingeniería aplicada al mundo de la energía, terminara en un estrepitoso derrumbe. La empresa fundada en enero de 1941 por José Manuel Abaurre, Javier Benjumea Puigcerver (su primer presidente), Fernando Gallego, Antonio Ortueta y Ricardo Abaurre (las iniciales de los apellidos forman el acrónimo), presenta en noviembre de 2015, ya presidida por Felipe Benjumea, preconcurso de acreedores para evitar su liquidación.
Lo que pasó entre los dos momentos clave de la historia de Abengoa está contado, muy bien contado, por Lalo Agustina en «El ocaso del imperio del sol», y no voy a cometer el error de tratar de resumir esas 239 páginas en unos pocos párrafos.
Lo más importante es aprender la lección, Porque Abengoa, su quiebra, muestra las consecuencias de una manera de hacer negocios en España, especialmente cuando se trata de una empresa familiar. Por una parte, «es una historia de ambición, de superación, de excelencia y de éxito impresionantes». Pero por otra reúne «lo mejor y lo peor del mundo de la alta dirección, con grandes aciertos y desaciertos, hechos presuntamente delictivos y muchos otros que, sin serlo, pueden merecer la reprobación moral».
Sin duda, el caso Abengoa se estudiará (ya se está haciendo, de hecho), en las escuelas de negocio, porque deja muchas enseñanzas sobre cómo gestionar las finanzas, los recursos humanos, el proceso de expansión y de internacionalización, y el gobierno corporativo de una empresa.
Lo más fácil es culpar de la situación de Abengoa al sobreendeudamiento. Es cierto que la empresa impulsada por Felipe Benjumea desde 1991 (cuando se retira el cofundador, Javier Benjumea) llegó a asumir extraordinarios niveles de apalancamiento para poder alcanzar una facturación que en 2012 superó los 7.800 millones de euros.
También es cierto que el exceso de deuda (sobre todo con los bancos, otros que tal baila) es el gran denominador común de las grandes quiebras de empresas (hayan sido o no declaradas como tal en los tribunales) en España durante al menos los últimos 10 años.
Creo, sin embargo, que Lalo Agustina acierta en «El ocaso del imperio del sol» en poner el foco del desplome de Abengoa en sus deficiencias de gobierno corporativo. En el fondo, Abengoa era una gram multinacional gestionada como si fuera una empresa familiar o, para escribir de una manera más precisa, como si fuera el ‘familiy office’, la firma encargada de administrar el patrimonio de una familia.
Esos fallos en la gobernanza, atribuibles a Felipe Benjumea pero también a los miembros del consejo de administración de Abengoa y en especialmente a los denominados independientes, son el elemento determinante para su hundimiento.
Por eso es tan útil el libro de Lalo Agustina. Además de explicar el caso Abengoa, permite extraer las conclusiones oportunas para no cometer los mismos errores. Como escribe el periodista de ‘La Vanguardia’ en la introducción, las crisis «constituyen oportunidades excelentes de aprender».
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