Siempre he detestado el término normalidad porque como todo en esta vida, al final depende del color del cristal con el que se mire. Lo que para unos es lo habitual para otros es un escándalo y viceversa. Además, ¿quién tiene autoridad moral para establecer las normas válidas, los estándares comunes y las reglas aceptadas? En una sociedad aletargada destacar está penalizado. Cuando el conformismo domina el ambiente, la legítima ambición se equipara a traición: en cualquier proyecto de envergadura tan capital es la valía del equipo como un liderazgo rebosante de don y aspiración. Frente a la apatía contemporánea, es admirable la perseverancia compulsiva. Dejando a un lado mi falta de condescendencia hacia la mediocridad reinante, debo reconocer una predilección innata hacia los tipos polémicos, brillantes, paradigmáticos y controvertidos. Si eres merecedor de ser catalogado por alguno de esos adjetivos, los otros tres suelen venir de la mano; es decir, si alguien es brillante en exceso suscita polémica, si crea paradigma genera controversia, y si polemiza acertadamente, brillará. Es un círculo vicioso.
Cum laude en la persuasión selectiva y en la seducción colectiva, él posee una fuente inagotable de talento y carisma, aunque andar sobrado de inteligencia no garantiza tomar las decisiones correctas. Tiene una cabeza demasiado inquieta para detenerse, pero disfrutar de una mente privilegiada tampoco avala ser un certero estratega. Maneja los medios como nadie: sus palabras -tan viperinas como audaces- provocan tempestades motivadas por ideas geniales y dardos envenenados a partes iguales. Con la licencia que otorga un conocimiento exhaustivo del lenguaje, un dominio de las técnicas de comunicación, una dialéctica sobresaliente y el poder ilimitado de una cámara o un micrófono, se convierte en azote o en mano amiga dependiendo de las circunstancias. Es catalogado como héroe o villano -según el que esté al otro lado de la valoración- pero no deja indiferente a nadie: tiene la especial habilidad de ser protagonista hasta en sus ausencias. Desconfianzas, inquietudes, celos, recelos, lealtades inquebrantables, pasiones, odios… Es improbable encontrar otro personaje sobre el que se magnifique tanto lo que hace o no hace, dice o no dice. No tiene vocación de santo -ni falta que hace-, pero nadie en este país ha sido tan calumniado y atacado, pese a lo cual lleva cuatro mayorías absolutas consecutivas, y la quinta que viene de camino según las encuestas más recientes, demostración inequívoca de que algo hará mejor que los demás.
Erudito en los sinsabores de la vida y displicente con los amargos compañeros de viaje: la envidia se asocia al triunfo de igual manera que la locura escolta al amor. Esas insólitas parejas son inevitables, pero nunca hay que permitir que el acompañante indeseado se convierta en epicentro o en pesadumbre difícil de aguantar: el resentimiento ajeno no debe entorpecer la consecución de objetivos. Los que antaño se escandalizaron por la exposición abierta de intenciones, más de una vez anhelaron idéntico destino para sí mismos. Cuando se consiguen alcanzar las metas -las predecibles o las recónditas, las presumibles o las insospechadas- poco importa la dureza del camino. Pero para ir hacia donde se desea ir y para ser lo que se quiere ser -que diría Neruda- los sueños son tan sólo la clave de inicio: la valentía, el impulso imprescindible para que la batuta dirija con éxito una obra maestra.
La simbiosis de sensibilidad extrema con intelecto desmesurado desemboca en consecuencias imprevisibles.
“Todos ven lo que aparentas, pocos advierten lo que eres”
(Maquiavelo)
Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.