Cada época tiene sus cuentos (también sus fábulas) y «El mosquito de Nueva York» parece llamado a servir de referencia contra el deterioro venenoso y progresivo del medio ambiente en la época que nos ha tocado desvivir, del mismo modo que «La soledad del corredor de fondo» de Alan Sillitoe lo fue (y sigue siendo) de la rebeldía juvenil y social. Cuentos bandera, se podrían llamar.
“El mosquito de Nueva York” da título y es el primero de los nueve relatos del escritor Daniel Díez Carpintero (Madrid, 1979), colaborador de diarioabierto.es, residente en México, que merecido el premio Café 1916 de Palma de Mallorca y ha sido publicado por la editorial Sloper. Por cierto, el británico Sillitoe (Nottingham, 1928-Londres, 2010), vinculado al movimiento de “los jóvenes airados”, vivió en Mallorca gran parte de su vida.
El relato de Carpintero, en el que no hay ningún mosquito real ni aparece nunca la ciudad de Nueva York, traza con magistral estilo la tensión del hombre (su bravuconería) empeñado en sobrevivir a cuantos venenos químicos, orgánicos y atmosféricos le echen. Es el relato de la obstinación triunfal que conduce a esa meta llamada destrucción. Si no hubiera sido escrito antes de la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de América con su campaña negacionista del cambio climático a peor, podríamos decir que el in crescendo de la terquedad habría sido inspirado por ese personaje público.
Los ocho relatos que siguen van unidos por esa característica común de la ofuscación, la terquedad invencible de sus personajes. A menudo son personas casi comunes que descubren cierta grandeza dentro de sí: una grandeza cimentada en los prejuicios, los miedos y el orgullo ignorante. A una niña ‘rara’ que provoca maliciosamente a un anciano le sigue una señora pretenciosa que se dedica a hacer la vida imposible a su familia; una mujer empeñada en sacar a su marido del hospital porque nunca ha tenido que enfrentarse ella sola a las tareas domésticas; una esposa embarazada que decide emprender un viaje suicida para que el bebé no llegue a parecerse jamás a su marido y a sus suegros. Y, en fin, un padre obstinado con el talento futbolístico del que sus hijos carecen.
Todos los cuentos poseen el talento de convertir problemas solubles, incluso leves, en tragedias mayores. En «El mosquito de Nueva York» hay un humor raro (no es negro, aunque en ocasiones alcanza una suerte de ternura siniestra) que recorre de principio a fin los relatos como una maldición. Son cuentos muy alejados del canon actual. El estilo es conciso, apela a los sentidos y está cargado de detalles vívidos que nos conduce desde la primera línea a un laberinto en el que el tiempo y las leyes que rigen las vidas parecen otros, diferentes de los reales y más intensos. Como a veces sucede con la buena literatura.
Carpintero estudió Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid y Literatura en la Escuela Superior de Artes y Espectáculos TAI. Ha trabajado durante más de diez años en el sector editorial y publicado artículos periodísticos y relatos en varios medios españoles y mexicanos. Actualmente reside en Ciudad de México, donde trabaja como autónomo en el sector del comercio e imparte clases de cuento en la Escuela Mexicana de Escritores (EME).
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