El autor, José Luis Aguinaga, venía amenazando desde hace años con cometerlo y al final lo ha hecho. Ha publicado un libro de comida sin recetas. Ya era hora de que hubiese algo así en las librerías. He leído la obra con la atención que merece y me sigue sorprendiendo que alguien dedique tanto tiempo de su vida en acumular conocimientos misceláneos y encima sea capaz de captar la atención del lector que tendrá difícil no estar deseando terminar un capítulo para empezar el siguiente.
Con el índice de esta obra pasa como con las cartas de los buenos restaurantes, que uno entra en duda de por dónde empezar, porque todo es apetecible. Decidir entre leer “la sorpresa del huevo negro” o “¿has probado la comida azul?” es algo que pone en apuros a cualquier ser humano, así que, ante esa duda metafísica, el firmante de estas líneas tiró por la calle de en medio y escogió “comer tus propios desperdicios”, cosa que es adaptada a los tiempos presentes y previsiblemente futuros.
Metidos en harina conviene decir que hay capítulos que sirven para hacerse el interesante, como el dedicado a “¿Cuántas uñas que tiene un percebe?”. No desvelaré el asunto, pero tanto este como otros de los tratados en el MANUAL están expuestos como pequeños capítulos con intriga y suspense, muy al estilo de relatar de José Luis Aguinaga con lo que además de la tarea didáctica propia de una obra divulgativa tenemos ante nosotros una colección de pequeños cuentos cuyo eje central es la manduca, cosa que siempre es de agradecer.
Pero todo no pueden ser alabanzas aunque la obra es merecedora de muchas. Hay que ser duro con los que escriben porque de lo contrario se crecen. Aguinaga, además de explicarnos las diferencias entre “gourmet y gourmand” debería habernos ilustrado acerca de ‘triperos’, ‘Insaciables’, ‘glotones’, ‘tragaldabas’, ‘zampabollos’, ‘voraces’ y otros ejemplares de la fauna gastronómica de los cuales uno debe de huir, excepto en el caso de que sean ellos los que hagan frente a la factura.
Una última recomendación a los lectores, más bien una prescripción médica. La lectura del Manual del Buen Comensal, como las grageas, debe administrarse después de las comidas porque de hacerlo antes se puede entrar un afán depredador incontenible. Lo relatado dispara la pasión por devorar, porque todo lo que nos cuenta José Luis Aguinaga es apetecible.
MANUAL DEL BUEN COMENSAL
José Luis Aguinaga.
Editorial Arcopress, S.L., 2016. 190 páginas.
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