Trabajaban en Bilbao, él, ingeniero agrónomo, ella, socióloga industrial. Y los fines de semana escapaban al campo, como tantas otras parejas urbanitas, lo que pasa que cada domingo les costaba más volver a la ciudad. Los dos tenían puestos de trabajo pero les empezó a rondar la idea de montar su propio negocio aunque no solo: querían cambiar su modo de vida. Y así es como se compraron una finca con una casa en ruinas, en el año 2006, e iniciaron formalmente el proyecto de granja La Llueza, al norte de Burgos. Como defienden en su web, no son ningún eslabón de ninguna cadena, ni una fábrica. Son una granja de patos, donde los crían como antaño, y donde comercializan su carne y productos derivados: foie gras, confitados, paté…
Allí sus patos crecen al aire libre: “Los criamos durante algo más de cuatro meses, incluidas las dos semanas de cebado final con maíz en grano. La tendencia global, muy opuesta a lo que hacemos, es industrializar cada vez más la producción, acortando ciclos, para abaratar. Suelen cebar a los patos, con harinas y pastas varias, con poco más de dos meses”, explica Alejandro.
Al año, están produciendo algo más de 2.000 animales. La forma de trabajar y producir la aprendieron en Francia: “Por pura necesidad, en España hay unas cuantas granjas de patos, pero ninguna nos enseñó nada cuando les decíamos que queríamos montar una granja”, explica. En Internet tampoco encontraban lo que andaban buscando hasta que un buen día dio con ellos, y no al revés, el gerente de un pequeño grupo de productores franceses: “Nos lo enseñó todo, además su familia elaboraba productos en un obrador y los vendía directamente, justo lo que queríamos hacer”, añade.
Venden en la granja, en ferias y mercados y en algunos comercios más o menos especializados. Su principal grupo de clientes son los restaurantes, como los del grupo Deluz (se pueden probar sus patos en La Vaquería Montañesa, en Madrid) y en otros 20 restaurantes, alguno, con estrella Michelin.
Navidad es uno de sus picos de venta: “Verano también se trabaja bien, los hosteleros es cuando más demandan. El otoño también se mantiene. Del pato se obtiene una gama muy amplia de productos frescos y en conserva, lo que da mucho juego para adaptarse a lo largo del año”, finaliza.
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