¡Celine existió!

16/03/2011

Daniel Serrano.

Si mi pluma valiera tu pistola, escribió el poeta, era la guerra y absolutamente nadie pudo preservar su inocencia. Aunque el poeta estuviera en el lugar correcto y, sin embargo, el nihilista atormentado que amaba a los perros escogiera el ángulo equivocado de la Historia y, para colmo, el deshonor de no perecer ante un pelotón de fusilamiento. Si Louis Ferdinand Celine hubiera caído bajo las balas de la Francia liberada, su redención hubiera sido tal vez posible, pero, ah, incurrió en el pecado mortal de la cobardía y escapó y al paso de los años se fotografió convertido en un venerable anciano, rodeado de sus adorados canes, el mismo tipejo que escupió consignas antisemitas mientras el Velódromo de Invierno era, en París, antesala del exterminio para miles de judíos . Bien. Sí, Celine mereció la horca. No fue ajusticiado. Hace cinco decenios un aneurisma cerebral se lo llevó para siempre. El aniversario, pensó algún mandarín de nuestra vecina Francia, merecía conmemoración. Y estalló la polémica. ¡No! ¡Nunca perdonaremos a Celine sus soflamas filonazis! ¡Ningún reconocimento público para el antisemita! Y por enésima vez se volvió a plantear en el Cosmos de la Intelectualidad la pregunta: ¿qué hacer con los ilustres literatos a los que expulsamos del Panteón por su repudiable conducta?

Y sí, Celine mereció la horca, pero Viaje al fin de la noche,queramoslo o no, es uno de los más bellos artefactos literarios que se han escrito nunca. Leerlo supone una experiencia dolorosa, por supuesto, y sin embargo, resulta uno de esos libros que nos hacen mejores. Su relato de la experiencia bélica es, en sí, todo un alegato antibelicista. Los oscurísimos pasajes de la vida de un médico de suburbio nos conducen hacia un subsuelo maloliente donde se esconden, a la vez, la desolación y la ternura. El mundo es terrible, clama Celine, con un prosa que es guiñol, violencia y poesía. El mundo es terrible pero hay una leve intuición de bondad, una casi imperceptible brisa, una promesa de algo mejor, tal vez belleza en construcción que se avista muy a lo lejos. O el abismo. Viaje al fin de la noche es una novela que, decididamente, habria que salvar en un futuro Farenheit 451.

Celine, para bien y para mal, existió. Festejar el 50 aniversario de su deceso oficialmente, con la pompa de los fastos gubernativos, queridos camaradas de la Galia posmoderna, no fue una idea afortunada. Sin embargo, leer Viaje al fin de la noche resulta altamente recomendable. De hecho, es mi recomendación de esta semana. Como ciudadano, Celine hubiera merecido la horca. Como literato, nadie puede expulsarlo del Panteón de los Grandes. Amó a los perros. Además.

Viaje al fin de la noche. Louis Ferdinand Celine. Edhasa. 573 páginas.

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