El hombre que quería ser el mayor banquero del mundo

03/10/2014

Miguel Ángel Valero. Jaime Velasco analiza la trayectoria del Banco Santander y de Emilio Botín en “Historia de una ambición”.

Pretender contar en 180 páginas la historia del Banco Santander y del fallecido Emilio Botín es imposible. En “Emilio Botín y el Banco Santander. Historia de una ambición” (Conecta), el periodista Jaime Velasco no comete ese error. Acierta al centrarse en momentos poco conocidos, como el momento más crítico en la entonces corta vida del Banco Santander, en febrero de 1875, cuando el  ministro de Hacienda, José Echegaray, pretendía integrar las entidades provinciales en un nuevo Banco de España (páginas 19 a 30).

También se detiene en la aparición de los primeros miembros de la familia en el banco: Rafael Botín Aguirre y su hermano Emilio, padre del primer presidente no rotatorio del Santander (1920). Emilio Botín López, casado con María Sanz de Sautuola, la niña que descubrió las pinturas rupestres de la cueva de Altamira, inauguró, en uno de sus últimos actos como presidente, la impresionante sede del Banco Santander, en el número 11 del Paseo de Pereda.

Su hijo, Emilio Botín Sanz de Sautuola, se incorporó al consejo en 1930, con apenas 27 años, y en 1933 fue nombrado director general. Le tocó lidiar con la Guerra Civil, donde “lo más a que se podía aspirar en aquellos años era a sobrevivir”, recordaba,  pero en los 56 años en los que estuvo en el Santander (36 de ellos como presidente), convirtió el ‘bancuco’ en una entidad financiera nacional, e inició la expansión hacia Latinoamérica.

Es muy interesante el cuarto capítulo, con los avatares del contenido de las cajas de seguridad depositadas en el Santander y que se embarcaron hacia Francia para impedir que cayeran en manos republicanas, y no volvieron a su sitio hasta el 20 de febrero de 1939. Y anécdotas poco conocidas de cómo el Santander absorbió a su histórico competidor en Cantabria, el Banco Mercantil.

Emilio Botín Ríos coge el Santander situado entre los siete grandes, aunque fuera el más pequeño. Su padre, 56 años antes, recibió una entidad con 15 sucursales. Cuando se jubiló, tenía 1.444 en España y 144 en el extranjero.

Una operación militar secreta

Posiblemente lo más atractivo del libro de Velasco sea el capítulo quinto, que narra la gran jugada de Botín: las supercuentas. Sobre todo porque cuenta un discurso, poco conocido, del presidente del Santander en mayo de 2011, nada menos que en la Academia General Militar de Zaragoza. Allí contaba que cuando el Santander “era un banco sólido pero pequeño, el séptimo banco español”, Botín ya pensaba en convertirlo en el “primer banco comercial del mundo”.

Y diseñó tres fases: “primero, ser fuertes en España para ser fuertes fuera; segunda, convertirnos en el primer banco de Iberoamérica; y tercera, ser también el primer banco europeo” (páginas 77-78).

Velasco repasa la compra de Banesto; la fusión (que terminó siendo una absorción) del Central Hispano; la polémica en torno al famoso reportaje de “El País Semanal” con Ana Botín, entonces consejera y directora general del Santander, y que casi acaba con la integración antes de que comenzara; la compra de Patagon (uno de los grandes errores de la etapa con Ángel Corcóstegui como consejero delegado del BSCH; la llegada de Botín a la presidencia única; la compra del Abbey en el Reino Unido, quizás la adquisición internacional mejor ejecutada por el fallecido banquero.

La obra, escrita en julio, anuncia el relevo de Emilio Botín por su hija Ana Patricia. Que se adelanta por la muerte del presidente del Santander, que lógicamente no figura en el libro.

Echo en falta un análisis más humano, más psicológico, de la ambición de Emilio Botín. Al fallecido banquero le movió seguramente el afán de superar a su padre, de quien se dice que prefería a su hermano Jaime, presidente de Bankinter hasta que abandonó la banca (aunque sigue siendo el mayor accionista), y que la niña de sus ojos era su nieta Ana, actual presidenta del Santander.

Y ciertamente Botín, que recogió el séptimo banco de España, se despidió del mundo como primer banquero de la eurozona, y dejando al Santander preparado para aspirar a ser el “primer banco comercial del mundo”.

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