El humor en unos cuantos garabatos de arte pop (y un apunte cinematográfico improcedente)

23/02/2011

Daniel Serrano.

Se abre el telón y aparece Matttew McConaughey diciendo Hola, soy Matew McConaughey, probablemente el peor actor del mundo y detrás suyo Orlando Bloom puntualiza: eh, eh, un momentito, que te estoy oyendo.

Otras celebritis se confiesan desde una viñeta:

– Hola, soy Bono, líder de U2 y también filántropo, por qué no decirlo. Me preocupan todos los problemas del mundo, si no todos casi todos.

– Hola, soy Kiko Rivera, y en mi mente hay sonidos, luces y colores.

– Hola, no soy una patata, soy Mickey Rourke.

– Hola, soy Lars Von Trier, cineasta genial. Lo mismo te hago un dramón, que una comedia, que un musical, ¡que lo mismo me salto el eje!

– Hola, soy Carlinhos Brown, probablemente la persona más pesada del mundo.

Dice Arturo Pérez Reverte:

– ¿Por qué la gente es tan imbécil? ¡Dios mío, que solo me siento!

Humor chanante ejecutado mediante el género de la tira cómica por el grandísimo Joaquín Reyes. Y ahora compilado en un delicioso volumen bajo el título Ellos mismos.

¿Qué decirles de esta obra cumbre de la hilaridad? Pues que Reyes es uno de los mejores humoristas de su generación y que, además, resulta un eficacísimo ilustrador y viñetista. Así que no hay excusa alguna para que, si usted es de los que han disfrutado de lo lindo con La hora chanante, Muchachada Nui e, incluso, con la fallida Museo Coconut, se lance a su librería habitual y adquiera este librito. Un capricho algo caro (¡20 euros y pico!), pero el que algo quiere algo le cuesta, oiga. Ya está dicho. Poco más puede añadirse ya que glosar una obra así no es tarea sencilla, teniendo en cuenta que texto e ilustración funcionan como un mecanismo de relojería difícilmente indivisible. Trataré de hacerlo mediante la transcripción de otra tanda de confesiones a las que se les adivina el acento albaceteño:

-Hola, soy Carla Bruni, ex modelo y ahora compositora y cantante. Canto más bien flojico y mis canciones quedan guay en los anuncios.

– Hola, soy Donald Trump, y me he hecho a mí mismo, todavía no sé ni cómo. En el móvil llevo el politono del tema de Rocky.

– Hola, soy Isabel II, Reina de Inglaterra. Ser reina es muy duro, muchos viajes, muchas recepciones, mantener el mismo peinado durante cincuenta años para que no cambien los sellos…

Dice Whitney Houston:

– Iba a hacer una cosa y no me acuerdo. Qué graciosos son los lemures. No estoy bien.

Queda mejor con el dibujo, se lo advierto. Casi mejor hojéenlo en cuanto puedan y luego se deciden. Yo he cumplido con mi obligación.

(Y añado un comentario improcedente, de carácter cinematográfico, porque los Oscar están a la vuelta de la esquina y me apetece pronunciarme sobre algunas de las películas favoritas. ¿Qué demonios ha visto tantísima gente en Cisne negro, la cinta de Darren Aronofski protagonizada por Natalie Portman? Cierto es que incluye algunos momentos inquietantes a lo Polanski o en la mejor tradición reciente del cine japo de terror, con sus espectros especulares apenas intuidos en una sombra difusa. Cierto que, formalmente, no hay pega alguna a una puesta en escena que dibuja un Lago de los cisnes siniestro y sombrío. Pero ¿no adolece este Cisne negro de una gelidez que hace imposible que, de verdad, nos acerquemos al infierno interior de su protagonista? ¿No hubiera sido conveniente un mayor protagonismo del lado oscuro del personaje de la Portman, revelado en toda su magnitud solamente en el útimo tercio de la película? Como me gusta tanto llevar la contraria les diré, simplemente, que Cisne negro no me convenció. Por ahora, y a la espera de engullir El discurso del rey y Valor de ley, me quedo con La red social, certero retrato de la soledad del nerd, nueva prueba de que David Fincher es uno de los grandes cineastas de Hollywood. Y la próxima semana prometo no meterme donde no me llaman y seguir ejerciendo de lector disperso sin dispersiones fílmicas. Salud.)

Ellos mismos. Joaquín Reyes. Mondadori. 180 páginas.

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