En sólo dos años Italia ha tenido tres primeros ministros y ninguno de ellos ha sido elegido democráticamente. Es el punto de partida de “El laberinto italiano. Del fenómeno Berlusconi a la crisis actual 1994-2014”, del profesor de Historia Contemporánea Pablo Martín de Santa OIalla (LiberFactory, 218 páginas).
Se trata de un análisis muy interesante de las dos últimas décadas vividas (más bien, sufridas) por Italia, y del que se pueden extraer lecciones para España. Como dice el refrán, cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. Sorprende, como escribe el autor en la introducción, que “en España existe un escaso conocimiento de la Historia reciente de Italia”, pese a ser, por unos motivos o por otros, noticia constante.
Pablo Martín intenta con esta obra encontrar el ovillo que nos permita salir de la laberíntica política italiana. “Un auténtico laberinto, en el que lo más sencillo es perderse”, señala.
Fenómenos que vivimos ahora en España, como la crisis de los partidos tradicionales, la corrupción política o el empobrecimiento de los ciudadanos, los sufre Italia desde hace dos décadas. “Si nuestro sistema bipartidista ha entrado en crisis a partir de enero de 2012, con un partido en el Gobierno incapaz de atajar la crisis económica y una oposición barrida electoralmente como consecuencia de su nefasta gestión previa de esa misma crisis económica, en Italia todo esto sucedió ya a comienzos de los noventa”, escribe Pablo Martín (página 10).
“El laberinto italiano” muestra más semejanzas entre Italia y España: un problema de “excesivo volumen e influencia del Estado en la actividad económica”, economías pocos competitivas, excesivo gasto público, un creciente aumento del desempleo y de las diferencias entre estratos sociales.
Pero Pablo Martín cree que los italianos tienen “motivos para sentirse cada vez más preocupados por el futuro del país ante el hecho de que la clase política sea cada vez más corrupta y más incapaz de resolver los problemas nacionales”.
Y eso que la clase política italiana “fue capaz de sacar lo mejor sí misma cuando el sistema de partidos tradicionales entró en crisis”, y el país cumplió en menos de una década con los exigentes requisitos del Tratado de Maastricht para entrar en la moneda única, sorteando dificultades como la deuda nacional, el desempleo y el envejecimiento de la población, que ponía en serio riesgo el sistema de pensiones.
A partir de 2001, con el triunfo de Berlusconi en las elecciones generales, Italia “entraría en una dinámica muy negativa que le ha llevado a un visible empobrecimiento económico y a un claro desprestigio internacional”.
De la televisión al ciclismo
Pablo Martín cuenta cómo el polémico empresario ganó el poder. Sus votantes “compartían un denominador común: una fidelidad inusual hacia una institución completamente distinta, las televisiones de Berlusconi” (página 46).
Frente a las televisiones de Berlusconi, Romano Prodi opta por el ciclismo para arrebatarle el Gobierno de Italia. “Prodi explotaba su falta de encanto para proyectar la imagen del italiano a pie. En lugar de viajar en yates y limusinas, como Berlusconi, viajaba en autobús hasta pequeñas poblaciones de toda Italia. Berlusconi tenía un equipo de fútbol, pero Prodi era ciclista, un deporte de gran atractivo entre las clases populares. Los fines de semana se le podía filmar y fotografiar pedaleando montaña arriba como una metáfora de los esfuerzos del trabajador italiano” (página 63).
Berlusconi promete la construcción de un puente que uniría Calabria con Sicilia “como símbolo del inicio de una nueva etapa en la vida de Italia en la que el norte y el sur estarían más cercanos en todos los sentidos” (página 88). Pero la realidad es que quería el poder para defender sus intereses personales y eludir a la justicia.
El resultado es que uno de los países fundadores de la Unión Europea se encuentra sumido en una fuerte crisis política y económica de la que no parece poder salir. Esa Italia tan fascinante como imprevisible es la que trata de mostrar y de explicar esta obra.
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