Aquella Italia

16/02/2011

Daniel Serrano.

La Italia de Gramsci, Antonioni, Moravia, Visconti, la Italia que regalaba belleza e inteligencia al mundo, la de Pasolini, Fellini, Bertolucci, es hoy la Italia del bungabunga y de Federico Moccia. Esto es lo que hay. De la irreprimible alegría de vivir que irradiaba la hermosura de una jovencísima Cardinale en El gatopardo a la triste lubricidad de burdel de Ruby Robacorazones, la niña prostituta enferma de televisión. Que Dios se apiade del alma de la vieja Italia. Cierto es que nunca ha escaseado en la Península Itálica, históricamente, una buena porción de podredumbre (la que la mafia, la ultraderecha masónica y la democracia cristiana corrupta aportaron, con los brigadistas rojos siguiendo el juego al Sistema), pero, al menos, la Intelectualidad y el Arte jamás desistieron de sus altos cometidos, excusenme lo esdrújulo de la expresión. Orson Welles declamaba en El Tercer Hombre: «En Italia durante los 30 años de reinado de los Borgia hubo terror, guerra y matanzas, pero surgieron Leonardo, Rafael y el Renacimiento. En Suiza, 500 años de democracia y paz han dado al mundo el reloj de cuco«. Ya quisiera Italia un reloj de cuco que llevarse a las fauces, estando las cosas como están.
Tan largo preámbulo viene a cuento de la reciente lectura de un clásico reeditado en estos días: El caso Moro, ensayo sobre el dilema entre violencia de Estado y violencia subversiva y los límites de la batalla contra la insurrección armada y, en realidad, las máscaras del lenguaje político. Leonardo Sciascia, armado de afilado estilete, diseccionó uno de los episodios más traumáticos de la más o menos reciente Historia italiana: el secuestro a manos de las Brigadas Rojas del presidente de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, y su posterior asesinato. Y la lucha de Moro, mediante numerosos misivas, por salvar su vida, implorando a sus compañeros de partido («caro Francesco, Pietro, tutti amici miei») y argumentando de modo impecable a favor de la claudiación del Estado en casos excepcionales. O la voz del condenado clamando en el desierto, con una clase política ajena a cualquier clase de misericordia y unas Brigadas Rojas asfixiadas por su fervor fanático.
El caso Moro es un bellísimo texto ensayístico que nos habla de la putrefacción de aquella Italia que, aunque parezca imposible, añoramos. No porque en aquella Italia no cupiese la degradación, lo peor de la política, el golpe de Estado encubierto, la violencia ultra y roja. No por eso sino porque, al menos, había quien, como el grandísimo Sciascia, lo denunciaba. Y con una maestría literaria capaz de hacernos disfrutar. Hoy tenemos a Moccia. Leer El caso Moro es constatar la brecha que hay entre unos tiempos y otros. Si recurriéramos al tópico habríamos de decir que el texto que comentamos es de plena actualidad hoy, a estas alturas del siglo XXI. Pero no. El caso Moro es el eco lejano de otros días, una música que se va perdiendo, apenas el último brillo del tiempo de las luciérnagas.
El caso Moro. Leonardo Sciascia. 192 páginas. Tusquets.

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