Los hacen en Selaya, Cantabria, con los mismos ingredientes que antaño. Por eso, seguramente, están tan buenos.
Si le decimos sobaos, ese exquisito dulce típico de Cantabria, a buen seguro una marca le vendrá a la cabeza: Macho. Casa el Macho se fundó como empresa allá por los años setenta aunque sus orígenes son anteriores: los abuelos de su actual propietario, Gumersindo García y Matilde Sainz, regentaban un pequeño bar-tienda en la localidad de Selaya. Las quesadas se solían elaborar en fiestas y también durante los fines de semana que era cuando acudían visitantes al pueblo. Así que en los años 70 el matrimonio decidió comprar una amasadora y el lugar del bar que antes se había destinado a salón de bodas y baile, pasó a ser el obrador de las quesadas y de los ricos sobaos que hoy conocemos.
Hoy aún pueden saborearse estas delicatessen del Norte de la mano de su nieto, Fernando Fernández, que lleva las riendas del negocio. Él estudió Magisterio y dice que por avatares del destino, se vio haciendo lo que ahora hace: dirigir este negocio familiar que sigue haciéndonos los desayunos (o meriendas) más dulces. Y los siguen elaborando casi como antaño, utilizando la leche de su ganadería (unas 200 vacas), junto a los otros ingredientes del sobao pasiego: harina, mantequilla, huevo y azúcar. Nada de conservantes. Sin embargo, el que pruebe sus dulces los diferencia sin problemas de otros existentes en el mercado. Por algo se dice de ellos que son los mejores sobaos del mundo, y no es una exageración. “No sé, cada uno tendrá su toque. Nosotros por ejemplo, no derretimos la mantequilla si no que la mezclamos en duro, eso le da al sobao otra consistencia”, nos cuenta.
Solo venden en España, “por lo perecedero del artículo”, dice Fernández. Producen unos 500.000 paquetes de sobaos al año y unas 40.000 quesadas. En la empresa trabajan 15 personas.
Y, ¿de dónde viene el nombre? “De mi abuelo, le llamaban así, yo creo que porque era muy valiente y no tenía miedo de nada. Y fue el nombre que se quedó”.
Hoy el fundador sabría que su nombre ya no se asocia a la valentía, sino a la exquisitez.
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