“Las revoluciones no se hacen, llegan”, W. Phillips
La Ley Sinde me aburre en sí misma, pero me fascina todo lo que la rodea, algo que desafortunadamente no todos aprecian, anclados la mayoría en su incorregible tozudez -o en su manifiesta estupidez-. Partiendo del sentido común, no todo debe ser gratis, y por supuesto, los derechos de propiedad intelectual son incuestionables. Pero es que los obtusos que legislan y su panda de secuaces son incapaces de observar -ya ni te cuento de analizar- lo que realmente está ocurriendo: tampoco esperaba más de ellos.
Revolución es la transformación radical respecto al pasado inmediato, pudiendo ser social, económica, política o producirse simultáneamente en todos estos ámbitos. En el Neolítico tuvo lugar el primer cambio profundo en la forma de vida de la humanidad, que pasó de ser nómada a sedentaria y convirtió una economía recolectora en otra productora través de la agricultura y la ganadería. A partir del siglo XVIII tuvieron lugar el mayor conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales de la Historia desde el Neolítico mediante la Revolución Industrial: la economía basada en el trabajo manual fue reemplazada por otra dominada por la industria y la manufactura. Posteriormente hemos vivido evoluciones demográficas, científico-técnicas e informáticas. Internet y las redes sociales son la revolución del siglo XXI: para muchos es el mayor cambio desde la Industrial. Han provocado un impacto profundo a nivel global en la comunicación, el mundo laboral, el ocio, el conocimiento y hasta en las transacciones comerciales. La velocidad a la que viaja la información ya no podemos concebirla si no es en megas y las redes sociales no son sólo herramienta de conexión, sino fuente de información. Estamos inmersos en un proceso de evolución hacia mercados más abiertos, transparentes y perfectos. La era de la red hace imparables a los contenidos y a los soportes electrónicos en detrimento de los físicos. Las nuevas tecnologías traen implícitos nuevos modelos de negocio. No asimilar lo que es Internet ni lo que significa es otra muestra de la ineptitud de los que nos representan y la distancia cada vez más insalvable con la realidad. Aunque podría tratarse del pavor de los gobiernos totalitarios hacia los espacios donde los ciudadanos vierten opiniones incontroladas e incontrolables: Internet potencia al máximo la libertad de expresión. Que en el entendimiento de éstos a los que nombran ministros y en el de sus compadres no tenga cabida el término evolución es previsible, pero que apaleen al que en un ejercicio de sensatez y responsabilidad fomenta el debate en democracia para acercar posturas con los que no piensan como él persiguiendo el objetivo de alcanzar un acuerdo que satisfaga a las partes implicadas, es patético. Debatiendo, escuchando y observando a personas con ideologías dispares el ser humano se enriquece intelectual, cultural y personalmente. Algo que corrobora el mismo Alex de la Iglesia afirmando sin rubor que “aprender a dialogar con personas que te llevan la contraria es mucho más interesante aunque puede resultar incómodo al principio, sobre todo si eres soberbio como yo”.
En definitiva, ¿tan arduo le resulta a la señora Sinde propiciar un marco de debate adecuado, anteponer el interés general al sectario, converger con las iniciativas europeas y legislar sin precipitación? Ay, Manolete, Manolete ¿si no sabes torear pa´ qué te metes?
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