Entrevisté a Carlos Salem hace algunos años. Entonces preparaba un reportaje sobre poetas urbanos y él acababa de publicar Memorias circulares del hombre-peonza.

A mí, que aparte de Machado y de Lorca, nunca me había encandilado la poesía, debo reconocer que me encantó su libro, el cual me leí de un tirón. Y volví a releer años atrás esos poemas porque ya sabéis que los libros tienen varias edades y que en función del momento en que lo leas, los mensajes recibidos son distintos.

Salem, argentino afincado en España desde 1988 ha tocado varios palos en lo que a literatura se refiere: novela, poesía, relatos, teatro, y algunos se han llevado reconocimientos importantes. Por ejemplo, su obra Camino de ida (2007) obtuvo el primer premio de la Semana Negra de Gijón a la mejor novela policial escrita en español.

Así que Muerto el perro, su último trabajo, no es su primera incursión en el género de la novela negra. En él cuenta la historia de Piedad, una viuda beata y de vida gris, hasta que descubre que el que fuera su marido llevó a la bancarrota la compañía que dirigía, la engañaba a diestro y siniestro y lo más escabroso, no murió en un accidente de coche sino que fue asesinado.

Tras todos estos descubrimientos, Piedad abandonará esa vida de plástico que había llevado hasta entonces, para transformarse en otra mujer que de piadosa solo tiene el nombre.

La novela tiene un ritmo trepidante, vertiginoso, de éstos que te impiden no seguir capítulo tras capítulo. En definitiva, estamos ante una perfecta lectura de mesilla que consigue engancharte desde el primer capítulo, aunque entiendas desde el momento uno que, en algunos momentos en la vida, muerto el perro no se acaba la rabia.

Muerto el perro
Editorial: Navona negra